Niño que ingresó a un cártel para pagar su droga, luego aprendió a torturar y mató a sus amigos.

 Reinserta documentó una serie de testimonios de niños, niñas y adolescentes 
que fueron reclutados por el narcotráfico.
La historia de Marcos es sólo una de las historias:
Marcos, el niño que ingresó a un cártel para pagar su droga, 
luego aprendió a torturar y mató a sus amigos.



Marcos fue detenido a los 17 años, luego de una corta vida en la que 
perteneció a dos cárteles que operaban en el sureste del país. (Cuartoscuro)

Con una infancia marcada por el encarcelamiento de su padre y un deseo por ser admirado, Marcos comenzó a los 13 años a consumir drogas, comenzó a drogarse para pagar sus narcóticos y terminó formando parte de un cártel en el que primero, aprendió a torturar y luego, por órdenes, tuvo que matar a sus amigos de su niñez.
Así lo relató Marcos, un joven que se identifica bajo ese nombre y cuyo caso quedó documentado por la Asociación Reinserta en el Estudio Niñas. niños y Adolescentes Reclutados por la Delincuencia Organizada, publicada en el año 2021.

El documento tiene una aproximación a los datos sobre reclutamiento de menores en tres distintas regiones del país y advierte sobre la falta de datos oficiales que permitan conocer la cantidad de niños, niñas y adolescentes son captados por la delincuencia organizada para sostener sus actividades de extorsión, secuestro, venta de drogas, entre otros delitos.

Reinserta citó a la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) que advirtió que para 2011, la cantidad de menores de edad reclutados por el narcotráfico ascendía a 35 mil, pero para 2018 autoridades mexicanas - sin especificar cuáles - documentaron hasta 460 mil menores captados.

Marcos se encuentra entre ellos. Cumpliendo una medida privativa al momento de rendir su testimonio a Reinserta, el adolescente reveló la admiración que tenía por su papá, pese a que este estaba en la cárcel por pertenecer a una organización delictiva.

“De lo poco que me acuerdo es que lo admiraba mucho, todos en la colonia lo conocían y lo respetaban”, recordó el menor en su testimonio, y admitió que ello lo motivó a querer ser como él, con tal de tener un poco de admiración y ser reconocido.

Originario de Cancún, Quintana Roo, el joven recordó que el ambiente carcelario no le era ajeno al momento de visitar a su padre en el Centro de Readaptación Social, pues incluso uno de sus tíos había estado preso al menos cuatro ocasiones por robo y narcomenudeo. Es por esta cercanía que aceptó que en su familia la cárcel era algo normal y fue tras ello, a los 13 años de edad, que Marcos comenzó a consumir drogas.

Primero fueron la marihuana y el alcohol, justo cuando cursaba la secundaria, a la cual le perdió el gusto, motivo que lo llevó a dejar la escuela y comenzar a llegar a casa alcoholizado y drogado.

Marcos habló sobre cómo entre los jóvenes con los que se drogaba se encontró con una mujer que vendía la droga, quien le contó que era buscada por criminales para matarla. Él le ofreció ayuda y tiempo después comenzaron una relación, producto de la cual tuvieron una hija.

Las pandillas fueron parte de su vida y con ellas emprendió su camino hacia drogas sintéticas, como la piedra, la cocaína y el cristal. Drogas adictivas y costosas que lo llevaron a un siguiente nivel, el robo.

Con su pandilla comenzó a robar para poder comprar su droga, y según lo relató él mismo, fue también el primer delito por el cual fue detenido, junto con portación de arma de fuego, sobre la cuales tenía una afición, pues las había idealizado a través de las series sobre narcotraficantes.

“Me gustaba su vida (de narcos), lo que habían logrado, el dinero que tiene, me emocionaba decir ‘Yo algún día voy a ser como él’”, pensaba Marcos en aquel entonces.Tiempo después, conoció a una persona que trabajaba para una organización criminal, a quien le pidió ayuda para conseguir trabajo y dinero.

A los 15 años de edad, Marcos ya buscaba ascender de rango “sicario”, para lo cual se le establecieron una serie de pruebas como atacar a un grupo criminal antagónico y después comenzar a vender droga. Con ello, llegó el adiestramiento para usar drogas, torturar, desmembrar personas y otras prácticas.

La búsqueda de mayores ingresos y el próximo nacimiento de su hija lo llevaron a tomar una decisión crucial, que fue la de cambiar de cártel. Ahí las reglas eran distintas, no se le permitía consumir drogas y se le sentenció a ser asesinado si, en caso de ser detenido, revelaba información sobre la estructura de la organización.

Otra prohibición era matar niños o mujeres, pero ahora sus tareas consistían también en secuestrar y torturar persona. Estas nuevas acciones lo llevaron a separarse de su familia e incluso a asesinar a amigos.

Un cateo en su casa derivó en su detención. La policía municipal ingresó a su casa, lo golpearon, torturaron e intimidaron para que revelara información sobre el cártel para el cual trabajaba. Todo ello, cuando tenía ya 17 años de edad.

Al momento de rendir su relato para Reinserta, Marcos estaba cumpliendo una medida privativa de dos años y medio. Con una perspectiva distinta de la vida, aseguró que buscaría ver a su hija y lamentó que la delincuencia es vendida como “lo más chin***” y en realidad es “pura soledad, tristeza y amargura”.

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