Esto es lo que deben hacer los municipios para garantizar el derecho al juego.

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  • El juego es un derecho clave de la infancia pero no siempre se cumple. El Comité explica a los gobiernos locales cómo garantizar un entorno óptimo donde niños y niñas puedan desarrollar su potencial

Cuando pensamos en derechos de la infancia, raramente se nos ocurre que jugar sea uno de ellos. Sin embargo, se encuentra junto a derechos tan importantes como la educación, la salud o la protección.

¿Por qué el ocio tiene tanta importancia para un niño o niña? Porque aprendemos jugando. El juego desempeña un papel importante en el desarrollo del cerebro, y los aspectos que fomenta en la primera etapa de la vida son incontables: la creatividad, la actividad física, la imaginación, las aptitudes sociales, cognitivas y emocionales, etc. Contribuye, incluso, a la participación de la infancia en la vida cultural de su comunidad.

Sin embargo, poner en práctica ese derecho no siempre es tarea fácil.

Una práctica en riesgo

Las dificultades que sufren muchos niños y niñas para ejercer su derecho al juego o al ocio y el descanso preocupan al Comité de los Derechos del Niño, como dejó claro en su observación general Nº 17 (de 2013) sobre los derechos recogidos en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño.

El Comité advierte que el aumento de la población urbana, especialmente en los países en desarrollo, junto con la comercialización de las estructuras de juego, “están modificando las formas en que los niños realizan sus actividades recreativas, culturales y artísticas”. La violencia, los conflictos o el trabajo infantil dificultan también el disfrute de estos derechos en todo el mundo.

Problemas que hay que superar para llevar a la práctica el artículo 31:

  • Entornos insalubres y peligrosos.
  • Resistencia al uso de los espacios públicos por los niños. El uso de los espacios públicos por los niños para el juego, la recreación y las propias actividades culturales se ve obstaculizado también por la creciente comercialización de las áreas públicas, que excluye a los niños. Además, en muchas partes del mundo la tolerancia de los niños en los espacios públicos va en disminución.
  • Falta de acceso a la naturaleza.
  • Exigencias de éxito académico que no permite tiempo libre o descanso, con horarios excesivamente estructurados y programados.
  • Falta de inversión en oportunidades culturales y artísticas para los niños.
  • El papel creciente de los medios electrónicos. Plataformas digitales.

Existen además ciertas categorías de niños y niñas que tienen aún más difícil el disfrute de estos derechos en condiciones de igualdad, según el Comité. En especial, las niñas, los niños en situación de pobreza, los niños con discapacidad, los niños indígenas y los que pertenecen a minorías.

Garantizar el juego

Fomentar que los niños y niñas en todo el mundo puedan ejercer su derecho al juego de forma segura es un deber de todos y todas. Entre las muchas iniciativas que tienen este objetivo está la campaña de la Fundación LEGO y UNICEF, que busca integrar el juego en las aulas, los hogares y las comunidades de todo el mundo con el objetivo de crear un entorno que permita a los niños y niñas desarrollar todo su potencial. 

 Pero recordamos que es obligación de los Estados miembros del Comité adoptar las medidas legislativas, administrativas, judiciales, presupuestarias, de promoción y de otra índole adecuadas para facilitar los derechos amparados por el artículo 31 (incluyendo el derecho al juego). Las observaciones generales incluyen los estándares que deben llevar a cabo los Estados para cumplir la Convención, como explica Clara Martínez García, investigadora de Derecho Administrativo y de la Infancia en España:

«El Comité saca una observación general sobre el derecho al juego, ahí empieza a explicar a los estados cuáles son sus tareas concretas para cumplir con la Convención: juego seguro, en entorno saludable, etc. Dice lo que es y lo que no es», explica Martínez García. «Cuando en España traslademos todo lo que dice la convención a nivel autonómico y municipal, tenemos que ver lo que nos toca».

«En todas las observaciones generales aparece el nivel municipal o local. Esto quiere decir que a juicio del Comité no queda en un nivel estatal lejano, sino que apunta a los municipios; estos tienen un rol clave», incide. 

Cumplir con la Convención: tareas para los municipios

La Observación General nº 17 ofrece, como indica Martínez, pautas concretas a los gobiernos locales para que garanticen el derecho al juego.

Por un lado, el texto incluye los factores que determinan un entorno óptimo para ejercer este derecho. Si bien es cierto que los niños y niñas son capaces de jugar incluso en los ambientes más desfavorables, es preciso asegurar ciertas condiciones para que puedan hacerlo de forma segura.

Entre ellas: que el niño o niña esté libre de estrés, exclusión social o discriminación, y protegido de la violencia. Que pueda disfrutar de tiempo libre. Que cuente con espacio y oportunidades para jugar al aire libre. Que tenga un espacio accesible para jugar sin control ni gestión de los adultos. Que ese espacio esté libre de contaminación, tráfico y otros peligros físicos para que pueda circular libremente y de forma segura dentro de su vecindario.

La planificación pública debe atribuir prioridad a la creación de entornos que promuevan el bienestar de los niños. Los municipios son quienes deben, por ejemplo, evaluar las instalaciones de juego y recreación para garantizar la igualdad de acceso de todos los grupos de niños, prestando atención a aspectos como:

  • la accesibilidad de los parques, centros comunitarios, instalaciones deportivas, etc.
  • la protección de estas zonas de juego y recreación contra quienes pongan en peligro la seguridad de los niños.
  • que haya zonas verdes, espacios abiertos y naturaleza; control del tráfico y la contaminación, y transporte seguro y asequible.
  • la creación de clubes, instalaciones deportivas y actividades para niñas y niños de todas las edades y de todas las comunidades, permitiendo que los niños produzcan y creen sus propias formas culturales, teniendo en cuenta sus necesidades y aspiraciones.

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