El bienestar social no es algo subjetivo. No hablo de la felicidad de los países o de sus ciudadanos. Bienestar social, como aprendimos en esta pandemia, es tener un sistema sanitario y de salud pública resilientes y bien dotados que garanticen una elevada y satisfactoria esperanza de vida, un sistema educativo que impida que las diferencias familiares determinen la escalera social, un sistema de pensiones y de protección social que evite situaciones de pobreza y exclusión o unas oportunidades de empleo digno para sus ciudadanos. Todo eso son cosas que se pueden cuantificar y evaluar. Muchos investigadores trabajamos en ello y el que suscribe –con mi colega Patricio Sánchez- lo venimos haciendo desde hace años.
Ese bienestar social puede analizarse para el conjunto de la población de un país. Pero también puede hacerse para sectores especialmente sensibles del mismo. La población femenina y la infantil son dos grupos sociales que, sin duda, afinan un buen diagnóstico de como usa cada país su nivel de riqueza económico.
En esta última dirección en el año 2013 UNICEF editó un informe sobre el bienestar infantil en 29 países ricos del mundo utilizando nada menos que veintinueve indicadores relativos a salud, educación, vivienda, conducta, bienestar material en la población infantil. Dicho informe destaca que en general no parece haber una estrecha relación entre nivel de riqueza nacional y bienestar infantil.
Caso singular es el de Estados Unidos: de entre esa casi treintena de países ricos era el país que peor relación mantiene entre nivel de riqueza y bienestar infantil. Desciende nada menos que 23 posiciones. De los más ricos pasa a estar entre los menos virtuosos para el bienestar de su infancia. Islandia es el caso contrario: mejora doce posiciones.
Cuando una evaluación de este tipo se amplía para todos los países del mundo (188 países con datos de Naciones Unidas) y para catorce indicadores educativos, sanitarios, de género y de empleo, todos ellos relativos a la infancia en el año 2015 las conclusiones son diversas y de sumo interés (ver aquí).
Para el caso de Estados Unidos se confirma el mal diagnóstico que hacía UNICEF en su estudio: Estados Unidos ocupa la posición 45ª mundial, lo que supone caer 34 posiciones respecto a la que ocupa si atenemos a su nivel de riqueza (11º en PIBpc). Siendo así que Islandia ocupa la posición 10ª en el ranking de bienestar infantil, muy por encima de Estados Unidos a pesar de anotar un nivel de riqueza sustancialmente menor (28º).
Otros ejemplos son demoledores. Cuba con un nivel de riqueza ocho veces menor que el de Estados Unidos supera a este país en bienestar infantil (32ª frente a 45ª). Y China, que en nivel de riqueza está en 82ª posición, también supera el nivel de bienestar infantil medio de Estados Unidos (24ª China y 45ª Estados Unidos). China con 13.000 dólares frente a 53.000 de Estados Unidos.
Una cosecha desastrosa de cuatro décadas ininterrumpidas de neoliberalismo militante en Estados Unidos. Primero del pata negra Reagan, y luego con el centrismo neoliberal abrazado por los demócratas, hasta forzar la aparición del iluminado Trump.
New deal para la infancia norteamericana
Con estas premisas es muy razonable, y más que adecuado, que la nueva administración Biden nada más llegar a la Casa Blanca haya aprobado un Plan de Rescate Social al que se destina un billón de dólares en apoyos a los hogares. Con medidas muy focalizadas en la población infantil tal como recogemos en esta imagen que resume parte de dicho Plan: una auténtica re edición del New Deal de los años 1930 en favor de la infancia (observe el lector los subrayados en color amarillo).
Bienvenida sea esta Casa Blanca a la senda de lo que viene denominándose crecimiento inclusivo. Corregir esa asimetría poco virtuosa: que uno de los países más ricos del mundo se vea superado en bienestar infantil por países mucho menos ricos.
Porque es posible transformar mucho mejor un menor nivel de riqueza nacional en bienestar infantil. Porque crecimiento y desarrollo no son la misma cosa. Porque, como bien se observa, podemos alcanzar un mejor y mayor nivel de desarrollo social con un menor crecimiento económico.
*Albino Prada es miembro de ECOBAS y del Consejo Científico de Attac España
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