La Univ. Complutense lanza, el próximo curso, la Hiperaula,
un espacio en el que
los docentes enseñan con otros profesores en la clase
y donde no hay
pizarras ni estrado.
Hay resistencia al cambio.
En Ed. Infantil el camino está hecho, sí se entienden las ventajas del modelo.
Pero, ¿qué pasa con Primaria y Secundaria?
Ana Torres Menárguez
La pedagogía es anacrónica, siempre llega tarde, decía Ortega y Gasset.
En la Universidad Complutense lo admiten: las escuelas se han adelantado y la academia llega a marchas forzadas al cambio pedagógico. Pero llega. Desde el próximo curso, la Complutense de Madrid será la primera universidad pública que dé un vuelco a la forma de enseñar a los futuros maestros con un aula que rompe con la pedagogía tradicional. Se llama Hiperaula y es un espacio en el que no hay jerarquías; profesores y alumnos están al mismo nivel. Allí no existe un estrado para el docente. Tampoco una pizarra. Y se acaba con las clases a puerta cerrada con la introducción de la codocencia: los profesores darán clases conjuntamente.
En la Universidad Complutense lo admiten: las escuelas se han adelantado y la academia llega a marchas forzadas al cambio pedagógico. Pero llega. Desde el próximo curso, la Complutense de Madrid será la primera universidad pública que dé un vuelco a la forma de enseñar a los futuros maestros con un aula que rompe con la pedagogía tradicional. Se llama Hiperaula y es un espacio en el que no hay jerarquías; profesores y alumnos están al mismo nivel. Allí no existe un estrado para el docente. Tampoco una pizarra. Y se acaba con las clases a puerta cerrada con la introducción de la codocencia: los profesores darán clases conjuntamente.
En España, inmersa en una parálisis del modelo educativo con reformas que no ponen el foco en la formación docente, solo el 19% de los profesores se forma en programas de observación entre iguales, frente al 40% de media de los países de la OCDE. La colaboración entre docentes requiere estructuras planificadas, no sale de la improvisación. “Esos procesos implican un cambio cultural, hay que poner en marcha la tutorización entre iguales y equipos dedicados a supervisar y evaluar esa colaboración”, explica la investigadora en relación al modelo educativo de Canadá, uno de los 10 países del mundo mejor posicionados en el informe PISA, el estudio elaborado por la OCDE que mide el rendimiento académico de los estudiantes en matemáticas, ciencia y comprensión lectora.
En la Complutense reconocen que se han adelantado al cambio legislativo, y que en la escuela pública es muy complejo implantar la codocencia porque necesita inversión. Más profesores por centro. De momento, es la concertada la que va por delante y en ciudades como Madrid el colegio Padre Piquer, con un perfil de alumnado con bajos ingresos, ya está practicando esas fórmulas con hasta tres docentes por clase. “Viajamos por Europa para conocer la realidad de las aulas y en un colegio público de un pueblo de Gales encontramos tres profesores para 20 niños. No podíamos esperar más para traerlo a España”, señala Jover. De los 400 docentes de la Facultad de Educación de la Complutense, ya se han formado 115 para poder hacer uso de las tecnologías que incluye la Hiperaula.
Aulas desmontables
La idea de dar un vuelco a la forma de enseñar a los maestros surgió de la indignación. La Facultad estaba anticuada, y las salas hablaban por sí mismas. En el aula de informática, los ordenadores estaban encadenados a las mesas, que a su vez estaban atornilladas al suelo junto a las sillas. Ahora en ese espacio las sillas (que son ergonómicas) tienen ruedas, hay pantallas gigantes colgando de las paredes que los estudiantes pueden usar como ordenador, mesas desmontables y hasta medidores de ruido para impedir que los debates se suban de tono. No hay un orden establecido, cada clase tiene su propia estructura.Ese modelo pedagógico no es un invento del siglo XXI. El método Montessori, desarrollado a principios del siglo XX por la doctora italiana Maria Montessori basado en la idea de que los más pequeños aprenden de forma natural si se les permite seguir sus instintos, ya contemplaba la libertad de movimiento como clave del aprendizaje. “Montessori decía que el mobiliario clavado al suelo es un tipo de servidumbre. Hay que romper con los manuales escolares del siglo XIX, que todavía hoy seguimos usando, en los que se mostraba la forma correcta de sentarse. Hay que traer a la universidad los cambios que se están dando fuera”, explica Mariano Fernández Enguita, profesor de Educación en la Complutense e impulsor del proyecto, que le ha costado unos 100.000 euros a la universidad.
Un grupo de profesores aprende a usar las instalaciones tecnológicas de la Hiperaula de la Complutense. Kike Para |
El modelo innovador no se puede quedar en Infantil
“Hay resistencia al cambio. En Infantil el camino está hecho, sí se
entienden las ventajas del modelo. Pero, ¿qué pasa con Primaria y
Secundaria?”, lanza Mariano Fernández Enguita, profesor de Educación de
la Universidad Complutense.
Uno de los colegios que les ha servido de inspiración es el concertado Padre Piquer, en la Ventilla, un barrio humilde en el norte de Madrid. Allí acuden alumnos a partir de 12 años que no tienen asignaturas ni libros de texto. Desde 2003, trabajan con materiales digitales en grupos de unos 60 alumnos y con tres o cuatro profesores en el aula. La función del docente es guiar al estudiante para que lidere su propio proyecto de aprendizaje. Su metodología funciona: tienen un 85% de alumnos graduados y un absentismo del 0,7%. De sus 1.100 alumnos, el 77% perciben alguna beca, lo que quiere decir que la mayoría procede de familias con bajos ingresos y eso incrementa el riesgo de abandono escolar.
Los centros de la Fundación Trilema, con seis colegios concertados en diferentes autonomías, son otro ejemplo de codocencia. “Nuestro mayor problema han sido las familias, nos costó mucho que comprendieran el modelo; ven 60 niños en un aula grande y no se fijan en que hay varios profesores”, explica Carmen Pellicer, presidenta de la fundación. Cuenta que el primer año es complicado, los profesores son reacios a tener otros adultos en el aula juzgando su trabajo. Permitir que los alumnos sean autónomos es el otro gran freno. En su colegio de Soria los resultados hablan: en un solo año el fracaso escolar pasó del 60% al 10% en un centro con un 70% de alumnos inmigrantes. “La mayor ventaja de la atención personalizada es que permite aplicar diferentes metodologías según las necesidades del niño, es un gran avance”, dice Pellicer.
Uno de los colegios que les ha servido de inspiración es el concertado Padre Piquer, en la Ventilla, un barrio humilde en el norte de Madrid. Allí acuden alumnos a partir de 12 años que no tienen asignaturas ni libros de texto. Desde 2003, trabajan con materiales digitales en grupos de unos 60 alumnos y con tres o cuatro profesores en el aula. La función del docente es guiar al estudiante para que lidere su propio proyecto de aprendizaje. Su metodología funciona: tienen un 85% de alumnos graduados y un absentismo del 0,7%. De sus 1.100 alumnos, el 77% perciben alguna beca, lo que quiere decir que la mayoría procede de familias con bajos ingresos y eso incrementa el riesgo de abandono escolar.
Los centros de la Fundación Trilema, con seis colegios concertados en diferentes autonomías, son otro ejemplo de codocencia. “Nuestro mayor problema han sido las familias, nos costó mucho que comprendieran el modelo; ven 60 niños en un aula grande y no se fijan en que hay varios profesores”, explica Carmen Pellicer, presidenta de la fundación. Cuenta que el primer año es complicado, los profesores son reacios a tener otros adultos en el aula juzgando su trabajo. Permitir que los alumnos sean autónomos es el otro gran freno. En su colegio de Soria los resultados hablan: en un solo año el fracaso escolar pasó del 60% al 10% en un centro con un 70% de alumnos inmigrantes. “La mayor ventaja de la atención personalizada es que permite aplicar diferentes metodologías según las necesidades del niño, es un gran avance”, dice Pellicer.
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