Fuente La Prensa Gráfica.
La OIM advierte que los datos sobre muerte
de niños migrantes son incompletos y la cifra real de víctimas
seguramente es mucho mayor. EUA culpa al joven salvadoreño de su muerte y
la de su hija por no tener paciencia.
Una vez más, las rutas migratorias del Mediterráneo central y occidental surgen como las que se cobran el mayor número de vidas.
Los niños forman parte de los 32,000 migrantes muertos o desaparecidos registrados en ese mismo periodo, aunque la OIM advierte que los datos son incompletos y la cifra real de víctimas seguramente es mucho mayor, especialmente entre los menores, cuyos casos son menos reportados que los de adultos.
Todos estos datos son recopilados por el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM, que emite un informe anual desde 2014 y que este año cuenta por primera vez con la colaboración de la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Ambos organismos de la ONU expresan su voluntad de reforzar esta colaboración para mejorar los datos sobre niños migrantes, incluidos aquellos que se quedan en el camino.
Las estadísticas confirman que el mayor número de víctimas ocurren en el Mediterráneo, con 17,900 víctimas (2014-2018), sin que se conozca el paradero o se hayan recobrado los cadáveres de 12,000 de ellas.
En 2018 se produjo un descenso del 26 % en las muertes en el Mediterráneo (2,299 frente a 3,239 en 2017), aunque OIM advierte de que vino acompañada de una fuerte reducción –en dos tercios– del número de migrantes que intentan cruzarlo (de 144,301 hace dos años a 45,648 en 2018).
En realidad, "el peligro de morir allí se incrementó en 2018", se señala en el informe, puesto que incluso las estadísticas más conservadoras calculan que un 3 % de migrantes en el Mediterráneo falleció el año pasado, frente al 2 % en 2017.
En 2018 se registró además un fuerte ascenso de las víctimas en la
ruta occidental del Mediterráneo, que corresponden a la que toman los
migrantes que intentan llegar a la costa de España, con 811
fallecimientos, frente a 224 un año antes.
La ruta central, para los que intentan llegar a Italia o Malta desde Libia, se mantuvo como la más peligrosa, con 1,314 muertes y desapariciones, si bien el número supuso una reducción de más de la mitad con respecto a 2017.
Otra arriesgada ruta para los migrantes es la que pasa por la frontera entre México y Estados Unidos, donde 1,907 personas fallecieron en los últimos cinco años, entre ellas 26 niños, aunque solo en la primera mitad de este año hay que sumar otros 13.
Imágenes de menores fallecidos cuando intentaban llegar a zonas más seguras o prósperas, como la del niño sirio Aylan (cuyo cadáver fue encontrado en las playas de Turquía en 2015) o la salvadoreña Valeria (ahogada recientemente el Río Bravo), han sensibilizado a la opinión pública sobre el drama de la migración infantil.
Una conmoción que no ha parecido impresionar al director interino de la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS), Ken Cuccinelli, que en una entrevista con la cadena CNN culpó a Óscar Martínez de su propia muerte y la de su hija Valeria.
"La razón por la que suceden tragedias como esa en nuestra frontera es porque esas personas, ese padre no quiso esperar a seguir el proceso de asilo y cruzó el río", afirmó.
"Y no solo murió él sino que trágicamente también falleció su hija", agregó.
Los niños forman parte de los 32,000 migrantes muertos o desaparecidos registrados en ese mismo periodo, aunque la OIM advierte que los datos son incompletos y la cifra real de víctimas seguramente es mucho mayor, especialmente entre los menores, cuyos casos son menos reportados que los de adultos.
Todos estos datos son recopilados por el Proyecto Migrantes Desaparecidos de la OIM, que emite un informe anual desde 2014 y que este año cuenta por primera vez con la colaboración de la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Ambos organismos de la ONU expresan su voluntad de reforzar esta colaboración para mejorar los datos sobre niños migrantes, incluidos aquellos que se quedan en el camino.
Las estadísticas confirman que el mayor número de víctimas ocurren en el Mediterráneo, con 17,900 víctimas (2014-2018), sin que se conozca el paradero o se hayan recobrado los cadáveres de 12,000 de ellas.
En 2018 se produjo un descenso del 26 % en las muertes en el Mediterráneo (2,299 frente a 3,239 en 2017), aunque OIM advierte de que vino acompañada de una fuerte reducción –en dos tercios– del número de migrantes que intentan cruzarlo (de 144,301 hace dos años a 45,648 en 2018).
En realidad, "el peligro de morir allí se incrementó en 2018", se señala en el informe, puesto que incluso las estadísticas más conservadoras calculan que un 3 % de migrantes en el Mediterráneo falleció el año pasado, frente al 2 % en 2017.
La ruta central, para los que intentan llegar a Italia o Malta desde Libia, se mantuvo como la más peligrosa, con 1,314 muertes y desapariciones, si bien el número supuso una reducción de más de la mitad con respecto a 2017.
Otra arriesgada ruta para los migrantes es la que pasa por la frontera entre México y Estados Unidos, donde 1,907 personas fallecieron en los últimos cinco años, entre ellas 26 niños, aunque solo en la primera mitad de este año hay que sumar otros 13.
Imágenes de menores fallecidos cuando intentaban llegar a zonas más seguras o prósperas, como la del niño sirio Aylan (cuyo cadáver fue encontrado en las playas de Turquía en 2015) o la salvadoreña Valeria (ahogada recientemente el Río Bravo), han sensibilizado a la opinión pública sobre el drama de la migración infantil.
Una conmoción que no ha parecido impresionar al director interino de la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS), Ken Cuccinelli, que en una entrevista con la cadena CNN culpó a Óscar Martínez de su propia muerte y la de su hija Valeria.
"La razón por la que suceden tragedias como esa en nuestra frontera es porque esas personas, ese padre no quiso esperar a seguir el proceso de asilo y cruzó el río", afirmó.
"Y no solo murió él sino que trágicamente también falleció su hija", agregó.
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