HDIA, Hablando de Infancia y Adolescencia: Blog GSIA con información y reflexión sobre la realidad que viven millones de niñas, niños y adolescentes en el mundo.
Documento estadístico, se inicia una nueva serie de estudios correspondientes a lo que se ha dado en llamar Serie Agenda para la Equidad (2017-2025).
En efecto, el Programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina inicia en el año 2017 la publicación de una nueva serie de documentos estadísticos, trabajos de investigación e informes especiales, los que sin perder continuidad y comparabilidad con los estudios denominados "Serie del Bicentenario 2010-2016", procura ampliar el campo de estudio del desarrollo humano, y social desde un enfoque de derechos.
Esta nueva serie de estudios extiende la investigación de las "Deudas Sociales" al período 2017-2025 y, tanto antes como ahora, los derechos humanos y sociales vigentes en la Argentina y las desigualdades estructurales que existen para el ejercicio de los mismos constituyen el parámetro que orienta las preocupaciones, la definición de los problemas y el análisis científico riguroso de la sociedad y en particular de las infancias.
La nueva agenda propuesta por Naciones Unidades alrededor de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS-ONU, 2015), inspira, motiva y orienta el trabajo de los próximos años. Asimismo, es importante señalar que la Encuesta de la Deuda Social Argentina Serie "Agenda para la Equidad (2017-2025)", se aplicó en su primera edición en el tercer trimestre de 2017 y tendrá continuidad anual hasta 2025. Esta encuesta introdujo una necesaria actualización del marco muestral de la EDSA Bicentenario 2010-2016 a partir del Censo 2010 (ver Anexo). Esto se hizo con el fin de disponer de una representación más realista y completa de los dominios poblacionales estudiados, y lograr de este modo un registro más fiable de los cambios económicos, sociales, políticos y ambientales ocurridos durante la última década y media en el país. Debido a estos cambios, los resultados puntuales que brinda esta nueva medición no son estrictamente comparables con los datos de la Serie del Bicentenario 2010-2016. Sin embargo, atendiendo al valioso objetivo de disponer de series históricas que permitan este tipo de análisis para los indicadores disponibles, la EDSA "Agenda para la Equidad" también dispone de un diseño de solapamiento conceptual, muestral y analítico a partir del cual ofrece para 2017 datos comparables con el período 2010-2016.
Con estos cambios metodológicos, una vez más se pone a disposición de la sociedad argentina, un nuevo informe que compila los principales resultados de la EDSA para un conjunto amplio de indicadores en materia de desarrollo humano y social de la infancia y adolescencia, siguiendo la perspectiva de derechos que caracteriza a los estudios del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia. Justamente, los umbrales de derechos vigentes en la Argentina, y que se constituyen en parámetro para la construcción de los indicadores con los que se procura describir el estado de situación del desarrollo humano y social de la infancia son a nivel internacional: la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (ONU, 1948); el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ONU, 1966); la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU, 1986); la Declaración del Milenio de la Asamblea General (ONU, 2000); y más recientemente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS-ONU, 2015).
Asimismo, y a nivel local desde el Estado no solo se adhirió a la normativa internacional de referencia, sino que se avanzó de modo notable en la creación de jurisprudencia en el campo de los derechos sociales y en particular en los derechos de las niñas, niños y adolescentes. Durante la primera década del siglo XXI, se sancionaron la Ley 26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes; la Ley 26206 de Educación Nacional; la Ley 26233 sobre Centros de Desarrollo Infantil; y la Ley 26390 de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente.
Estos valiosos avances en el reconocimiento del niño/a como sujeto de derecho fueron acompañados por la creación de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF); el Consejo Federal de Niñez, Adolescencia y Familia; y el Plan Nacional de Acción por la Niñez y la Adolescencia. Un reto largamente postergado es el nombramiento del Defensor del Niño, figura contemplada por la Ley 26061 y que tiene el rol central de evaluar, monitorear, promover, proteger y garantizar el pleno ejercicio de los derechos del niño/a.
A partir de este amplio marco legal se han establecido los umbrales normativos a partir de los cuales evaluar el grado de cumplimiento de los derechos en la niñez y adolescencia urbana. En esta publicación se retoma la estructura de dimensiones de derechos considerados primordiales al iniciarse los estudios del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia:
1) Alimentación, salud y hábitat;
2) Subsistencia;
3) Crianza y socialización;
4) Educación;
5) Información;
y 6) Protecciones especiales: trabajo infantil (Tuñón, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017).
La investigación -elaborada con la calidad y el rigor científico técnico al que nos tiene acostumbrado este destacado equipo de cientistas sociales- presenta distintas facetas de las inequidades que ocurren en nuestro país en materia de protección de la infancia. Si bien todas las dimensiones consideradas por este trabajo son de vital relevancia, importa para este caso destacar la situación relacionada a la protección contra el trabajo infantil en la Argentina. El análisis estadístico observa que casi un 12% de los niños y niñas de entre 5 y 17 años realiza trabajo doméstico o económico. De ese parcial, un 7,9% realiza trabajo económico. Esto quiere decir que trabaja para beneficio de un tercero no relacionados familiarmente.
Todos sabemos que nuestras leyes prohíben el trabajo infantil; y además, nuestro discurso “culturalmente correcto” lo considera absolutamente inadecuado e injusto. Sin embargo, la realidad muestra otra cosa.
Cada vez que un niño queda impedido de la protección esencial que indican sus derechos, su dignidad está siendo vulnerada como persona. Se están truncando las posibilidades de que se desarrolle en todo su potencial, de que pueda llegar a ser feliz, y de que, además, pueda realizar una contribución positiva a la sociedad a la que pertenece. Individualmente cada niño o niña en esta situación es como el niño de hielo de la estatua expuesta al sol. El calor de los rayos va derritiendo su dignidad como persona, y su futuro como miembro de la familia humana.
Cada vez que nuestros niños y niñas se ven forzados a trabajar, perdiendo oportunidades educativas - tanto escolares cómo lúdicas - no sólo se derrite y licúa ese maravilloso proyecto personal que toda vida conlleva; también se derrite nuestro futuro como sociedad.
Además, muestra el control absoluto que ejercen las grandes empresas de
semillas y sustancias químicas, y las tabacaleras como Philip Morris
sobre los agricultores afectados por la pobreza, desesperados por ganar
un sustento para vivir.
Como usuario de lo que se conoce comúnmente como “centro de menores”
voy a compartir lo que estamos viviendo y cómo nos sentimos por las
etiquetas que se nos colocan.
Primero, no es un centro de menores, es
una unidad familiar por motivos que muchas veces no tienen que ver con
nuestro comportamiento, sino por el de los familiares. Nos etiquetan
como niños no sociables, maleducados, inadaptados o como pequeños
delincuentes.
Debido a esto, tenemos que hacer grandes esfuerzos para
adaptarnos en el colegio, en el instituto y en la comunidad. Para
nosotros es más difícil hacer amigos y entrar en pandillas porque nos
miran con recelo y/o porque los padres no quieren que sus hijos se
relacionen con chicos de “centros”.
Pero no todo es tan malo; por
suerte, contamos con la ayuda de nuestros educadores, que nos aportan la
ayuda y el amor que nuestras familias no pueden o no saben darnos y los
queremos. No somos malos chicos, dadnos una oportunidad antes de
etiquetarnos.
El rechazo al proyecto de aborto legal, seguro y gratuito en el
Senado implica la continuidad de la práctica clandestina así como del
embarazo y la maternidad forzadas, incluso entre niñas y adolescentes.
En la Ciudad, las estadísticas muestran que la desigualdad norte-sur
también se da en relación a problemática, ante el diferencial acceso a
la educación sexual y salud reproductiva en el distrito.
Un informe elaborado por el colectivo de investigación Com.Unidad
Buenos Aires advierte que el embarazo y la maternidad forzada de niñas y
adolescentes constituye un problema de salud pública y acceso a
derechos, no sólo a nivel nacional sino también en territorio porteño.
El documento fue elaborado por la plenarista del Consejo de Derechos de
Niñas Niños y Adolescentes por la Legislatura, Florencia Gentile, junto a
Ana Szmulewicz y Tamara Haber.
El material, difundido este jueves, remarca que en la Ciudad de Buenos
Aires se registra una tasa de 11,3 embarazos de niñas y adolescentes
para el trienio 2015/2017. Pero resalta que se da una desigual
distribución en las comunas, vinculada a las condiciones sociales y al
acceso a políticas públicas.
En las comunas del sur 1, 4 y 8 (que cuentan con mayores índices
de pobreza, desocupación, hacinamiento, problemas habitacionales, falta
de vacantes en escuelas públicas, menor cobertura de salud, entre otros
indicadores de vulnerabilidad social), la tasa de embarazo de niñas y
adolescentes de hasta 19 años duplica al promedio. En la Comuna
1, la tasa es del del 19,4/mil adolescentes entre 10 y 19 años; en la
comuna 4de 20,7/mil y en la Comuna 8, de 21,7/mil. En las comunas del
norte de la Ciudad, en cambio, la tasa no pasa el 4,5/mil adolescentes
entre 10 y 19 años, según datos de la Dirección General de Estadísticas y
Censos del Gobierno de la Ciudad.
“Esta desigual distribución de tal condición vital pone en
evidencia la incidencia de las condiciones sociales en las que niñas y
adolescentes quedan y llevan adelante su embarazo, cuestionando la
efectiva posibilidad de su libre elección producto del acceso a
las políticas que proveen educación sexual e información adecuada, del
acceso a métodos anticonceptivos, del efectivo consentimiento para
sostener las relaciones sexuales que motivaron el embarazo (y que no
fueran, por el contrario, consecuencia de violencia y abuso) y,
finalmente, de una decisión certera de llevar adelante el embarazo (y
no, por ejemplo, de la imposibilidad de acceso al aborto no punible por
las causales ya consagradas en la legislación argentina)”, advirtió el
informe.
En ese sentido, los datos sobre embarazos de personas gestantes menores
de 18 años fueron entrecruzados con cifras del Consejo de Derechos de
Niñas, Niños y Adolescentes, en relación los casos de abuso sexual
contra niños, niñas y adolescentes en los que intervino: durante el 2014
se registraron 489 acciones y durante el 2015, 513 intervenciones de
las Defensorías Zonales sobre casos de abuso sexual contra niños, niñas y
adolescentes.
“Con estos datos, se resalta la importancia de considerar como
posibilidad que parte importante de los embarazos de adolescentes, y más
aún de las niñas de menos de 13 años, sean producto de situaciones no
consentidas y/o violencia sexual. Si bien en estos casos existe el
derecho reconocido a recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo
puesto que entrarían dentro de los causales de ‘aborto no punible’
vigentes a la fecha, es importante reconocer que no siempre las
denuncias, ni el acceso a la práctica, es posible en contextos de
violencia”, alertaron las especialistas.
“Si la desigualdad en el acceso a políticas públicas frente a un
embarazo de niñas y adolescentes constituye una forma de vulneración de
sus derechos, las situaciones de ‘embarazos y maternidades forzadas’ de
niñas y adolescentes sin dudas constituye una drástica violación a sus
derechos sobre la que urge intervenir a través de políticas adecuadas
que hagan posible restituirlos”, agregaron las especialistas.
El informe señaló que “la imposibilidad de acceder a condiciones
seguras y legales para una interrupción voluntaria del embarazo genera
entre las niñas y adolescentes tres tipos de violación a sus derechos: a
su integridad por cuanto muchas de esas relaciones, en el caso de niñas
y adolescentes, no fueron consentidas; segundo, a su libertad por
cuanto se la obliga a llevar a término un embarazo no buscado ni
deseado, y tercero, la obligatoriedad de convertirse en madre contra la
propia voluntad”.
Y concluyó que “en definitiva, tanto frente al desigual acceso a
las políticas públicas relacionadas con el embarazo en la niñez y
adolescencia, como frente a la prohibición actual de optar por la
interrupción voluntaria del embarazo de manera segura y legal,es el
Estado quien viola los derechos de niñas y adolescentes,
justamente a quienes se comprometió a garantizárselos, incluso de manera
privilegiada, a través de las leyes de protección integral de sus
derechos -como la nacional 26.061y la 114 de la Ciudad- y la
incorporación constitucional de los tratados internacionales de derechos
humanos, como la Convención de Derechos del Niño”.
EMBARAZO Y MATERNIDAD FORZADA
DE NIÑAS Y ADOLESCENTES
UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA Y ACCESO A DERECHOS EN LA CIUDAD A. DE BUENOS AIRES.
Los
embarazos y partos llevados adelante por personas gestantes de menos de
18 años en la Argentina en general, y en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires en particular, constituyen un fenómeno de niveles sostenidos en el
tiempo que requiere de políticas públicas específicas, y que en la
actualidad manifiesta desigualdades en el acceso a los derechos de niñas
y adolescentes.
Por Dra. María Florencia Gentile, Lic. Ana Szmulewicz y Lic. Tamara Haber
El VIII Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y Adolescencia es un evento que tendrá lugar los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2018 en la ciudad de Málaga. En este encuentro se abordarán diversos aspectos sobre los Derechos de la Infancia y la Adolescencia en torno a diferentes ejes temáticos: educación, violencia y pobreza, cultura y deporte, derechos sociales, familia, tecnología, internet y redes sociales.
comunicacionescongresoinfancia18@fguma.es "Hagamos un alto. Detengámonos en el camino de los Derechos Humanos y escuchemos con atención a los niños, niñas y adolescentes. No basta con oírles, sino que debemos contar con su opinión y con su participación en todo lo que les importa, y que nos atañe a toda la sociedad. Si atendemos a sus aportaciones, contenidas en los documentos aprobados en la clausura de los sucesivos Congresos Mundiales por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, podremos comprobar el rigor y la trascendencia de sus reivindicaciones. El dinamismo de este mundo en constante evolución sólo puede calificarse de progreso si se cuenta con la participación real de los niños, niñas y adolescentes, porque su ciudadanía activa debe, no sólo ser respetada, sino también garantizada, para cumplir con la plena realización de sus derechos, universalmente reconocidos y consensuados, a través de la ratificación, prácticamente unánime por todos los países, de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Partiendo precisamente de las premisas recogidas en las Declaraciones que formularon los propios niños, niñas y adolescentes, en el último Congreso Mundial celebrado en el año 2016 en Paraguay, nos encaminamos al VIII Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, a celebrarse en Málaga , entre los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2018 . Con esas premisas, que confluyen en los ejes temáticos del Congreso de Málaga, oyendo sus voces y su clamor, nos proponemos, desde nuestra actividad representativa y desde nuestros intereses, no sólo académicos o profesionales, sino sobre todo personales, y contando con la participación de los niños, niñas y adolescentes, analizar y dar respuestas a las inquietudes y a las cuestiones que se presentan en la actualidad más intensamente en torno a los derechos de la infancia y la adolescencia, con el objetivo último de ofrecer las pautas para avanzar hacia “un mundo apropiado para la niñez”, y en las que podamos contribuir, de una manera compartida y comprometida, ya que ese es el mundo deseable para toda la sociedad. Con este propósito, abierto a la participación solidaria y al esfuerzo compartido con los niños, niñas y adolescentes, partimos rumbo a Málaga-2018. Esperamos, no sólo vuestra asistencia, sino además vuestra participación activa, en el VIII Congreso Mundial por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia. Cuantos más seamos, más alto se escuchará nuestra voz. Por un mundo mejor para los niños, niñas y adolescentes; por un mundo mejor para todos.
Dr. Carlos Villagrasa Alcaide
Presidente del Comité Internacional de Congresos Mundiales
Desidades es una revista electrónica de divulgación
científica en el área de la infancia y juventud.
La publicación es
trimestral, evaluada por pares, por parte del Núcleo Interdisciplinar de
Pesquisa e Intercâmbio para a Infância e Adolescência Contemporâneas –
NIPIAC, de la Universidade Federal do Rio de Janeiro, comprometida con
la divulgación del conocimiento científico más allá de los muros de la
universidad...
El nombre de la revista, Desidades, significa que las
edades, como criterios fijos que naturalizan comportamientos,
habilidades y maneras de existencia según a una temporalización lineal
biográfica, necesitan ser problematizadas con el fin de permitir nuevos
enfoques, perspectivas y diálogos sobre las relaciones entre los grupos
generacionales.
Publica artículos originales, entrevistas y reseñas cuyo objetivo es
discutir de manera crítica, para un público amplio, aspectos de la
infancia y juventud frente a su proceso de emancipación.
La sección de
Referencias Bibliográficas tiene como objetivo difundir las
publicaciones recientes sobre la infancia y juventud en el ámbito de las
Ciencias sociales y Humanidades.
Una versión en portugués y otra en
español de Desidades están disponibles para los
lectores.
La publicación pretende ser un medio electrónico de difusión
de debates e ideas en el universo latinoamericano para todos los que
quieren ser alentados a reflexionar sobre los desafíos y las
dificultades de vivir la niñez y la juventud en el contexto de las
sociedades actuales.
PERSPECTIVA:
En el interés superior de los niños migrantes.
“Le pregunté a mi padre si podíamos dejar el país, porque la banda iba a matarme.”
–
Una niña de 15 años procedente de Honduras busca asilo en Guatemala.
En los países del norte de Centroamérica (El Salvador,
Guatemala y Honduras) y en México, la violencia relacionada
con las bandas, la delincuencia organizada, la
extorsión, la pobreza y el acceso limitado a servicios
sociales y una educación de calidad forman parte de la
vida diaria de millones de niños. Cada día, las familias
que se enfrentan a esas duras condiciones toman la
difícil decisión de dejar sus hogares, comunidades y
países para buscar seguridad y un futuro mejor. Algunos
se desplazan por su región, pero otros van hacia el
norte, a México o a los Estados Unidos.
Sin embargo, muchas de las familias que intentan escapar
de situaciones desesperantes hacen frente a numerosos
problemas y traumas adicionales cuando escogen
rutas migratorias irregulares. Esas familias se ven obligadas
a emprender un viaje largo e incierto en el que se
arriesgan a ser presa de traficantes u otros delincuentes
o a perderse en un paso de montaña o en el desierto
mientras tratan de evitar a las autoridades. Muchos serán
interceptados durante el desplazamiento o al llegar a su
destino, donde podrán detenerlos y enviarlos de vuelta a sus países de origen. En ese caso, es muy probable que
todos los factores que les obligaron a migrar (violencia,
pobreza, falta de oportunidades, estigmatización, exclusión
social y desplazamientos internos) se intensifiquen.
El resultado final es, básicamente, un círculo de peligro
y adversidad que vulnera el interés superior de los
niños y los jóvenes a lo largo del ciclo de migración y
deportación.
En este informe de la Infancia en peligro se evalúan
las causas estructurales de las migraciones irregulares
procedentes del norte de Centroamérica y México, y se
analizan las distintas dificultades y peligros a los que se
enfrentan los niños migrantes y refugiados y sus familias
durante los arduos procesos de migración y retorno.
Además, con el fin de subrayar soluciones viables que
puedan proteger la vida y el bienestar de los niños
desarraigados, en el informe se han empleado datos
probados y entrevistas con algunos de esos niños y sus
familias (además de organizaciones no gubernamentales
y aliados del gobierno).
se ha lanzado en más de 110 países y globalmente! .
En los próximos años, el GCAP se organizará en torno a la campaña en todo el mundo para destacar las desigualdades en todas partes.
El primer impulso para un cambio real será sobre el ODS10 en el HLPF 2019.
Con esta campaña, las desigualdades se colocarán en el centro de la escena, para poner rostro y demostrar que no se trata solo de la desigualdad de ingresos, sino también de otras formas, como la discriminación de género, social, cultural, etc., incluida la discriminación basada en castas, ascendencia y trabajo.
Compartan las diversas formas de desigualdad que enfrentan.
Buscamos solidaridad y su participación para hacer visibles las desigualdades.
En Nueva York, el 12 de julio, junto a más de 100 activistas de docenas de países lanzamos la campaña mundial. Colegas de diferentes grupos y países compartieron sus historias sobre las desigualdades y qué se puede hacer para superarlas.
Uno de los mensajes clave fue que la forma en que se trata a las mujeres apuntala la desigualdad en casi todos lados. Beatrice Akua Mahmood de la Federación de Organizaciones de Discapacidad de Ghana (GFD), quien tiene una discapacidad visual, explicó que las mujeres con discapacidad enfrentan una doble discriminación. Según sus palabras, la accesibilidad siempre es un problema en todas partes y a menudo se las considera inútiles con poco para contribuir.
Jane Anyango de Polycom, que representa a mujeres en Kibera, el mayor barrio pobre del África subsahariana, expresó que las mujeres que viven en barrios marginales sufren discriminación de recursos y una gran violencia. Ambas señalaron que en Ghana y Kenia estas mujeres no son vistas como tomadoras de decisión o líderes, ni en sus familias ni en la sociedad.
Rita Kyerema de GFD también señaló que hay pocos datos sobre las mujeres con discapacidad: sus problemas deben ser abordados, tanto por las ONG como en la elaboración de políticas.Elizabeth Ampairwe, de la red FEMNET y FOWODE en Uganda, remarcó que los problemas son los mismos en África que en otras partes del mundo: desigualdad basada en el sexo, la edad, la etnia, etc., y en Uganda el desafío es la desigualdad sumada a un gobierno deficiente. Los pobres no duermen porque tienen hambre, y los ricos no duermen, ya que tienen mucha riqueza: este es el quantum de la desigualdad.
Aminata Toure Barry, GCAP Mali, habló sobre la doble discriminación que enfrentan las mujeres rurales en Malí en educación y en otros sectores.
Paul Divakar, Director del Foro Dalit Right de Asia (ADRF) en India, expresó que su comunidad se está haciendo invisible. 260 millones de personas en todo el mundo enfrentan el estigma y la discriminación debido a su trabajo o sus orígenes. En Asia meridional, este es especialmente el caso de la casta Dalits en la India, Pak y Bangladesh; en Sri Lanka son los trabajadores de plantaciones. Según Chaminda De Silva de HelpAge Sri Lanka, las personas mayores necesitan acceso a servicios clave.
Aquellos que son dejados atrás a menudo se enfrentan al estigma y la discriminación.
Fruto de una desilusión amorosa, un melancólico joven se va a vivir a los bosques. De tanto comer hierbas, su barba y su pelo se vuelven verdes y su cuerpo se deforma. Pronto será conocido en los alrededores como el “hombre salvaje”.
En 1550, el italiano Giovanni Francesco Straparola (1480-1557) publica el relato al que pertenece este joven despechado: “Guerrino y el Hombre Salvaje”; incluido en Las noches agradables, unas de las obras pilares de los cuentos de hadas, que influyó a escritores como Charles Perrault, Jeanne-Marie Leprince de Beaumont y Jacob y Wilhem Grimm. En el cuento, este hombre de barbas verdes es capturado por el rey en turno que, cuando lo ve deambular en el bosque, lo considera una amenaza. Pero Guerrino, el joven príncipe, lo libera, y más adelante el Hombre Salvaje, con intervención de un hada, lo ayuda a coronarse rey.
300 años después, en 1850, los Hermanos Grimm (1785-1863, 1786-1859) escriben un cuento muy similar, pero el hombre salvaje vive en el fondo de un pantano, será conocido como Juan de Hierro y revelará al final que en realidad era un rey bajo un encantamiento.
Cercano al arquetipo de origen medieval del “hombre salvaje”, pero antes que los Grimm, en 1756, Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780) escribe la versión más conocida hasta hoy de La Bella y la Bestia. Se cree que el personaje de la Bestia, del que ya circulaban otras historias, pudo haber estado inspirado en Petrus Gonsalvus, el “Salvaje Gentilhombre de Tenerife” o el “Hombre Lobo Canario”, que nació en las Islas Canarias en 1537, padecía hipertricosis y cuando tenía diez años de edad fue enviado a Enrique II de Francia como “regalo”. Enrique II le concedió un título nobilario en su corte y adquirió mucha popularidad.
En 1818, el monstruo de Frankenstein, creado por Mary Shelly (1797-1851), también daría continuidad y actualizaría la imagen de la criatura acechante, atormentada y escondida en los bosques.
Ese tipo de personaje feroz, asilvestrado, es un antecedente de por lo menos dos tendencias en la publicación de literatura infantil y juvenil contemporánea: un nuevo llamado de lo salvaje, lleno de personajes que recuperan cierta fiereza y arrojo interno, y un regreso a la Naturaleza, con otros que valoran o añoran vivir sin artificios en una flora y fauna diversa.
Tan vasta es la creación actual de libros que “reconectan” con la naturaleza o plantean miradas “salvajes” que me pareció necesario dividir este tema en tres entradas.
En esta primera intentaré contar una breve historia de lo salvaje para llegar a Mowgli y a Tarzán, dos de los personajes “salvajes” más presentes en el imaginario colectivo y en la cultura infantil y juvenil.
Desde que empezamos a contar historias, la figura del ermitaño recluido en los bosques, a veces mago o maga, otras tantas un ser monstruoso o una criatura fantástica, ha poblado nuestras ensoñaciones y pesadillas, pues ese personaje, ese Otro, dice Roger Bartra, algún rasgo propio nos refleja, y ello nos inquieta y fascina.
Son tantos los cuentos populares en los que aparecen este tipo de personajes, que existe la tipología de “El Salvaje” en sistemas de clasificación de cuentos folclóricos como el Aarne-Thompson-Uther. Los antecedentes de esta tradición fantástica pueden encontrarse en algunos mitos fundacionales, basta recordar al hombre salvaje o primitivo, Enkidu, criado por animales y el gran amigo de Gilgamesh; o Leshy el espíritu del bosque de la mitología eslava; incluso podríamos evocar el catálogo griego de centauros, sátiros, silenos, cíclopes y otros seres resultado del capricho de un dios o la cruza de un humano con otras especies.
En una línea paralela, pero en una tradición realista, una historia del humano “salvaje” en la literatura quizá arrancaría con el mito del Buen Salvaje y todos los ensayos o cartas de relación que daban cuenta de paraísos terrenales en los que vivían “nativos” felices y pacíficos.
En su ensayo “El mito del Buen Salvaje y su repercusión en el gobierno de Indias”, la investigadora Beatriz Hernández Herrero, identifica el relato “El villano del Danubio” (1529) de Fray Antonio de Guevara (1480-1545) como la primera narración que plantea la dicotomía civilizado/salvaje. En esta, el eclesiástico español defiende e idealiza a los pobladores originarios y cuestiona la mano civilizadora. Este pensamiento se extiende desde España al resto de Europa e influye a humanistas como Michel de Montaigne (1533-1592), quien suscribe la imagen cándida del que vive en la Naturaleza e intenta relativizar lo “salvaje”.
Y luego de muchos matices, prejuicios y nuevas colonias, con la Ilustración llegamos al polémico Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) cuyo coctel de ideas naturalistas y pedagógicas se asocian comúnmente a este mito. Con él, leemos también a Robinson Crusoe(1719) y la moda de robinsonadas que inaugura, con familias enteras de náufragos viviendo entre cascadas, en casas hechas de tronco y palma, con cantos de pájaros como despertador.
El gusto de los niños y niñas lectores por este tipo de historias fue reafirmado por Rousseau que amaba esta novela y odiaba las fábulas. Según él, un libro así era todo lo que un niño necesitaba leer pues ahí estaba condensada la vida en su “estado natural”, libre de todas las restricciones y perversiones sociales que se adquieren al crecer. De hecho, Rousseau no sólo atribuía a los niños un carácter bueno innato, que debía protegerse, asociaba ese carácter a una forma de estar inmerso en la Naturaleza (y en la tercera entrada de esta trilogía, veremos cómo esa idea influye en los modernos “regresos” a la Naturaleza).
Sus ideas alimentaron un nuevo mito, que podríamos llamar del “Buen Niño Salvaje”, en el que confluyen la pedagogía y cierta libertad de exploración con la mirada colonialista, condescendiente pero totalitaria, que asocia lo “salvaje” con la inmadurez y justifica la dominación: es decir, todo niño es un bondadoso salvaje al que está bien dar algunas libertades pero que hay que orientar (dominar) por su “propio bien”.
Aunque el pensamiento de Rousseau sirvió para dar especificidad a la infancia y empujar una historia de reconocimiento y derechos, también nutrió esta imagen frágil del niño bueno, sin complejidades, que necesita protección; concepto que se asentaría en el Romanticismo y la época Victoriana y que hoy se traduce en una cultura infantil sensiblera y bien vigilada.
Muchos libros, sin embargo, han dado espacio a los niños y niñas para liberarse y habitar sus mundos propios indómitos. En algún punto, Rudyard Kipling (1865-1936), en 1894, con Mowgli en El libro de la selva, y Edgar Rice Burroughs (1875-1950), en 1912, con Tarzán de los monos, lo hicieron.
Aunque Kipling y Burroughs no eran amigos, de hecho, Kipling denostaba Tarzán, ambas publicaciones tienen como antecedente la figura del héroe criado por animales, como en el mito fundacional de Rómulo y Remo o en algunas versiones de la infancia de Zeus, en las que se cuenta que fue criado por una cabra llamada Amaltea; o el héroe que vive en el bosque, como en la leyenda inglesa de Robin Hood, pero los dos son básicamente herederos de la mirada colonialista sobre lo salvaje (comprensiblemente, en India, Kipling no es leído ni respetado por haber defendido siempre al imperio británico). Se popularizaron en parte por la tendencia al exotismo en el arte (del tipo tahitianas desnudas de Gauguin y estampados de flores gigantes y aves encopetadas), aunque sin duda también conectaron profundamente con los lectores.
Tarzán fue una especie de superhéroe antes de la época de los superhéroes. Sólo precedido por John Carter (1911),también creado por Burroughs pero muchísimo menos icónico, anterior al Zorro (1919) de Johnston McCulley y 26 años antes que Superman (1938). El hombre cuidado por simios configuró a un superhéroe selvático que prefirió la vida salvaje que reintegrarse a la aristocracia británica a la que pertenecían sus padres. Aunque literariamente siempre fue considerada menor, el personaje y su historia llena de acción funcionaban y eran fácilmente adaptables. Cómics, películas, programas radiales y televisivos circularon rápidamente, dieron perdurabilidad a la serie y afianzaron el nuevo mito, o la actualización del mito del Hombre Salvaje, en la cultura popular. Tarzán sigue siendo hoy uno de los personajes más icónicos del mundo.
En el caso de Mowgli, los niños y jóvenes lectores encontraron a un personaje todavía más cercano y cautivante, que hablaba con los animales ya no como resultado de un encantamiento fantástico o parte del orden natural de un cuento de hadas o una fábula, sino producto de una construcción literaria compleja. El uso del lenguaje de Kipling resultaba novedoso: lobos, panteras, osos, tigres y serpientes hablaban y se comportaban siguiendo unas reglas propias, instintivas, realistas, no tan evidentemente antropomórficas. Jack London -y tantos más después- también exploraría una perspectiva animal realista con Buck, el inolvidable perro que recupera su naturaleza lobuna en El llamado de lo salvaje(1903).
La permanencia de Mowgli hasta nuestros días seguramente se deba, sin olvidar la animación que hicieran los estudios Disney en los años 60, a esa calidad de la prosa y las voces narrativas de animales que desarrolló Kipling, cuya canonización quedó sellada cuando le entregaron el Premio Nobel de Literatura en 1907. Pero también gracias a la complejidad del protagonista. Recordemos las líneas con las que cierra “La canción de Mowgli” en la última de sus historias en El libro de la Selva:
Soy dos Mowglis, pero la piel de Shere Khan está bajo mis pies. Toda la selva sabe que maté a Shere Khan. ¡Miren, miren bien, oh, lobos! ¡Ahae! Está apenado mi corazón por las cosas que no entiendo.
(Traducción de Darío Zárate Figueroa, Ediciones Castillo, 2017.)
Además de suscribir en alguna medida el mito del “Buen Niño Salvaje”, también, como sucede con el álbum Salvaje de Emily Hughes (Libros del Zorro Rojo, 2014) y otros que veremos la próxima semana, se corresponde con las historias sobre niños y niñas ferales encontrados en los bosques, como Marie-Angélique Memmie Le Blanc y Víctor de Aveyron, hallados en Francia en 1731 y 1799, respectivamente, o Amala y Makala, en India, las niñas que en 1920 fueron separadas de una loba que aparentemente las había criado.
A diferencia de la serie de Tarzán, que decíamos fue poco valorada literariamente y sobrevive adaptada o más como ícono que como publicación, la vigencia de Mowgli también se constata por las muchas ediciones que se siguen haciendo del libro.
Sin ir muy lejos, recientemente se editaron en México dos notables: El libro de la selva/El segundo libro de la selva (Penguin Clásicos, 2016) que al fin pone al alcance cinco nuevas historias de Mowgli que Kipling publicó primero en revistas y luego en un solo tomo, y El libro de la selva(2017) de Ediciones Castillo, ilustrado por Amanda Mijangos y Armando Fonseca y traducido por Darío Zárate Figueroa del inglés a un español más latinoamericano.
En esta edición, Mijangos y Fonseca dibujan una selva exuberante, de follajes gigantescos, sombras acuosas y estáticas siluetas que perfilan a los personajes como en pinturas rupestres o representaciones tribales. Con ello recuperan el tono mítico, salvaje, de “tierras vírgenes” que tiene el libro.
En la edición de Penguin, además de El segundo libro de la selva, se incluye el primer relato en el que aparece Mowgli: “En el rukh”, incluido originalmente en el libro Muchas fantasías (1893). Cronológicamente este cuento nos sitúa mucho después de las aventuras que conocemos. En él, Mowgli ya es un adulto al que un grupo de servidores públicos del Imperio Británico en la India le ofrece un puesto como guardabosques imperial. Mowgli acepta. El trabajo le permite casarse, tener una familia y asegurarse una pensión. Así como a muchos desilusiona enterarse que, según Andersen, la Sirenita no se casa con el príncipe y se vuelve espuma de mar, este desenlace tan “civilizado” para Mowgli puede ser un balde de agua fría para muchos de nosotros.
Como sugiere la especialista Kaori Nagai, en el interesante texto introductorio incluido también en esta edición, podemos prescindir de ese futuro para Mowgli, pero el cuento aclara ciertos datos históricos e ideológicos que en El libro de la selva y en su secuela aparecen desdibujados y “aporta cierto aire conclusivo a la saga de Mowgli como mito imperial”.
Las cinco nuevas historias de Mowgli en El segundo libro de la selva, que además incluye otros tres relatos independientes, nos muestran algunos momentos previos, paralelos o posteriores a los que conocíamos que disfrutarán mucho si son fanáticos de esta jungla.
Llama la atención que entre tantas ediciones de El libro de la selva ilustradas en colecciones infantiles y juveniles no haya ninguna que reúna todas las historias de Mowgli y solamente éstas, como el propio Kipling haría en 1897 con Outward Bound y en 1933 con Macmillan (aunque sin ilustraciones).
También contemporáneo de Kipling y Burroughs, pero siguiendo una tradición fantástica, no podemos olvidar a ese conjunto de niños perdidos durmiendo entre las raíces de un gran árbol inventados por J. M. Barrie (1860-1937) en 1911. De hecho, la idea realista de niños náufragos viviendo de la naturaleza fue en parte la inspiración de todo el ciclo de Peter Pan. En 1901, Barrie autopublicó un libro experimental, ilustrado con fotografías titulado The Boy Castaways of Black LakeIsland (Los jóvenes náufragos de Black Lake Island). La introducción a la aventura está escrita en primera persona por Peter Llewelyn Davies, que por entonces tenía cuatro años y que más tarde daría su nombre a Peter Pan. Y aunque se habla de 16 capítulos, estos nunca aparecen, la historia sólo se cuenta en 35 fotos, con sus notas al pie, de estos robinsones bien ataviados, los hermanos Davies George, Jack y Peter, su perro Porthos y el bebé Michael. Quizá se trate, por cierto, del primer fotolibro para niños. El carácter de estos niños náufragos enfrentado piratas y animales exóticos sin duda es el antecedente de Peter Pan y su tropa de niños perdidos.
Desde los mitos y cuentos de hadas poblados de seres mágicos y “salvajes” o los “salvajes” basados en hechos reales hasta la fecha, siguen circulando los libros que extienden el arquetipo de “el salvaje”. Algunos suscriben una de las caras de aquel mito del Buen Niño Salvaje e intentan domesticar al lector reavivando la dicotomía barbarie/civilidad.
En contrapunto, otros muchos libros celebran todo lo indomable, ambiguo y desconocido que supone todavía la niñez y la juventud. Y lo hacen evocando un sonido fiero como en Ruge como un jaguar (Ediciones Castillo, 2018), regresando al bosque como en El señor Tigre se vuelve salvaje (Océano, 2014), añorando la vida libre y sin ocupaciones como en La canción del Yukón de Calvin y Hobbes (Océano, 2016) o proyectándose en los rasgos de otras especies como en Soy un animal (Zorro Rojo, 2017).
Otras publicaciones dan continuidad a la tradición fantástica con la invención de nuevos personajes y tierras salvajes como en Las crónicas de Wildwood(Alfaguara, 2013) o La dama de la selva (FCE, 2017). Y hasta podríamos incluir en el análisis la saturación de sagas literarias y series televisivas distópicas en las que los personajes deben enfrentarse a entornos naturales enrrarecidos, indómitos, en los que la Naturaleza recuperó territorio y no está dispuesto a cederlo de nuevo.
Quizá todos estos libros y otros más, en los que me detendré la próxima semana, busquen de alguna u otra forma dar espacio a una “rebeldía perdida” (hay que reconocer que la rebeldía también es negocio, como dijeran Joseph Heath y Andrew Potter en su libro Rebelarse vende, o si no pregunten a las autoras de Cuentos de buenas noches…), provocar alguna pausa, corresponder la belleza de la Naturaleza con el arte de la literatura y la ilustración, celebrar el estado de “infancia” contra la presión adulta de “madurar” y reinventar las muchas maneras de ser niño o niña salvajes.