De este modo, puede contribuir de la manera más eficaz, a la prevención del consumo y a la construcción de una personalidad fuerte y crítica, que no dependa de ninguna adicción para desarrollarse plenamente.
Por ello, el documento ofrece una serie de orientaciones dirigidas a las familias,
informándoles sobre las limitaciones de los diversos medicamentos y sus
reacciones adversas, y haciendo hincapié en la trascendencia de ejercer
una educación que reduzca el consumo de drogas y, por tanto, los
riesgos del daño que conllevan.
El informe señala algunos datos alarmantes, tales como el inicio temprano de la automedicación en la infancia (“sobre los 8-10 años generalmente relacionada con cuadros gripales y/o dolores articulares”), y el especial riesgo de automedicación durante el período adolescente,
ligada a fenómenos como el interés por aumentar la musculatura
(anabolizantes), de búsqueda de estereotipos corporales (laxantes y
diuréticos), etc.
Según se indica en el texto, este sobreconsumo es fruto de dos fenómenos importantes y muy extendidos: el sobrediagnóstico
(esto es, la tendencia del sistema sanitario a diagnosticar como
enfermedades a problemas irrelevantes que muy probablemente no tendrán
ninguna repercusión sobre la salud), y la medicalización, definida como “la
conversión en procesos patológicos de situaciones que son y han sido
siempre completamente normales, y el pretender resolver mediante la
medicina situaciones que no son médicas sino sociales, profesionales o
de las relaciones interpersonales”.
En opinión de CEAPA, estos fenómenos se ven influidos tanto por la excesiva confianza de la población sobre la ciencia médica -"que supera con mucho sus limitaciones actuales"-, como por los intereses de las grandes multinacionales, de fomentar el consumo sanitario innecesario y la conocida medicina defensiva.
Asimismo, alerta de la poca proliferación de
investigaciones en pediatría, cuyo motivo fundamental es, a su juicio,
el menor negocio que proporciona: “hay menos niños y los niños tienen menos enfermedades”, y advierte del riesgo suplementario que ello supone, al utilizarse medicamentos que no han sido analizados específicamente en niños.
El documento recoge los diferentes aspectos relacionados con los medicamentos de uso más común en la infancia, entre ellos, los estimulantes,
utilizados en algunas patologías como el TDAH (metilfenidato) o la
narcolepsia (modafinilo y efedrina), apelando a la prudencia ante el uso
de estos medicamentos, "por sus potenciales efectos secundarios".
Esta recomendación se extiende también al resto de
medicamentos al final del informe, apelando a la cautela en el uso de
los mismos, ante la evidencia del consumo excesivo en nuestro país y la
frecuencia de intoxicaciones en la infancia y adolescencia, e instando a
considerar el riesgo potencial frente a los beneficios esperados.
Ante esto, manifiesta la importancia de hacer un uso racional de los medicamentos, evitando el entorno medicalizado e hiperconsumista en el que vivimos, que promueve el consumo innecesario de los mismos, incentivado en gran parte, por la propaganda.
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