Existen otros itinerarios que nos acercan al fenómeno...
Ver la parte por el todo es un error de pensamiento...
Kepa Paul Larrañaga
En 1996 Kimberly Young definió la ‘ciberadicción’ como “[…] un
deterioro en el control de su uso que se manifiesta como un conjunto de
síntomas cognitivos, conductuales y fisiológicos. Es decir, la persona
‘net-dependiente’ realiza un uso excesivo de Internet, lo que le genera
una distorsión de sus objetivos personales, familiares o profesionales” (K. Young, 1996). Y en 2005 Keith W. Beard y Eve M. Wolf la definieron como la “[…] práctica
en frecuencia y duración tales que originan dificultades psicológicas,
familiares, académicas o laborales en la vida de una persona”
(K. W. Beard & E. M. Wolf, 2005). Los paradigmas psicológicos
resaltan en estas definiciones principalmente: la frecuencia de uso y su
sintomatología. Más si se quiere alcanzar a explicar como un desorden o
síndrome en el uso de Internet, ‘Internet Addiction Disorder’ (IAD).
Otro
psicólogo, Mark Griffiths, definió los comportamientos adictivos en
base a: Saliencia (priorización y dominio de una actividad particular
frente a otras), Modificación del humor, Tolerancia (incremento de la
actividad particular para conservar sus efectos), Síndrome de
abstinencia, Conflicto y Recaída.
Siendo
definiciones que explican la prevalencia de ciertos síntomas en
pacientes que sufren de este llamado síndrome, puede malentenderse como
una situación estándar entre quienes como usuarios de Internet o de
cualquiera de sus aplicaciones superan la marca de horas estipulada en
la definición de ‘ciberadicción’. Haciendo saltar más alarmas cuando los
supuestos afectados son adolescentes.
Ver la
parte por el todo es un error de pensamiento, y como tal nos debe hacer
descubrir otros parámetros para ajustar la prevalencia real de este
síndrome, y cómo se redefiniría en un contexto social adolescente donde
la ‘residencia’ en el ciberespacio se mide intercaladamente con la
estancia en otros espacios cotidianos y hábitats comunes.
Así, existen
otros itinerarios que nos acercan al fenómeno del uso más o menos
excesivo de Internet.
Destaco en el caso de los adolescentes:
1.- La
asunción adolescente del ciberespacio como una localización propia donde
éstos se encuentran espontáneamente. Sin intervención adulta.
2.-
Disfunción del acercamiento adulto al problema. Presupone una potestad y
una atribución de saber por solo tener una edad distinta sin mediar ni
asumir un mundo de creencias ajeno o simplemente generacional.
3.-
Tendencia obligada a fantasear. En el caso de no existir un relato vital
construido cuando se ha acotado la experiencia participativa del
adolescente en una sociedad ‘securizada’ para las niñas y los niños. La
asunción progresiva del riesgo y del límite del cuerpo queda latente
para el adolescente y se reproduce de manera tardía y saturada.
4.-
Posible reconstrucción del relato traumático. En caso de trauma por
ejemplo ante experiencias debidas a maltrato (físico y psicológico),
negligencia o abuso sexual del niño o la niña, y por tanto ausencia
total del relato propio al deberse ocultar, se busca una identidad
alternativa mediante, y por ejemplo, interactuando bajo el rol en un
juego on-line.
5.- La
asunción de un ética participativa. El artículo 12 de la Convención
sobre los Derechos del Niño introduce una novedad histórica: el derecho a
la participación del niño y la niña, lo que supone la asunción para el
adulto de su opinión en todo caso. Y sin participación social asumida es
imposible hablar de ética, al ser la ética la que presenta la
identificación de las características de una acción social.
6.- Por tanto, reproducir un ‘análisis ético’ que defina qué presupone o predice la denominada ‘ciberadicción’.
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