Hablamos con Carlos González, uno de los máximos representantes
de la Crianza con apego
en España.
Doctor en pediatría y autor de libros record de ventas
como
"Mi niño no me come", "Bésame Mucho" y
"Un regalo para toda la vida",
estará presente en la
Próximo 21 de noviembre
en Rivas Vaciamadrid.
Las inscripciones para las conferencias y los talleres de la tarde
podrán hacerse del 6 al 12 de noviembre en el siguiente enlace.
Pregunta. - Da la sensación de que los padres actuales vivimos en una continua frustración, ¿Por qué los padres de ahora tenemos tantas dudas? ¿somos más torpes que antes?
Respuesta. - Probablemente los padres de antes
tenían más experiencia con los niños: las familias eran más grandes, a
menudo convivían las generaciones, los primos solían vivir en el mismo
barrio o pueblo... Los hermanos mayores habían ayudado criar a varios
hermanitos; los hermanos pequeños habían ayudado a criar a varios
sobrinos. Además, los padres tenían más "horas de vuelo". Los niños no
iban a la guardería, estaban 24 horas al día con sus padres hasta los
cinco o seis años.
P.- Para cada inquietud sobre crianza encontramos, como mínimo, dos o tres teorías contradictorias, ¿hay un exceso de información?
R.- El exceso de información puede ser mareante.
Pero hay una posibilidad mucho peor: que haya una sola teoría, y encima
esté equivocada. Al menos, la multiplicidad de teorías siembra en la
mente de muchos padres la sana idea de que no hay una sola manera de
hacer las cosas, de que hay distintas opiniones, de que algunas cosas
pueden cambiar.
P.- Leyendo sus libros o escuchando sus conferencias, da la sensación de que esto de la paternidad es un 50% de sentido común y un 50% de instinto. ¿De veras es tan sencillo?
R.- Sencillísimo. Si hasta yo he criado tres hijos, y mira que soy bruto.
P.- El próximo 21 de noviembre viene a Rivas a impartir una conferencia cuya temática, "Autoridad y límites", se ha escogido por votación popular, ¿Por qué estos temas nos preocupan tanto a los padres?
R.- A mí también me sorprende. Sospecho que mis
padres no hubieran comprendido el concepto "límites". Simplemente me
decían "lávate las manos", "haz los deberes", y yo lo hacía. No había
que darle tantas vueltas. Pero, como decía, mi madre había estado
conmigo todo el día, todos los días, durante los primeros cinco años. Y
me había tratado con cariño. Y yo, por tanto, la obedecía.
P.- ¿Hay que entender cómo piensan los niños para poder establecer límites?
R.- Hay que entender cómo piensan los niños para
amarlos, para respetarlos, para disfrutar con ellos. Por suerte es
fácil, porque son seres humanos como nosotros, y porque todos hemos sido
niños. En cuanto a establecer límites, todo el mundo lo sabe hacer,
todo el mundo lo hace. ¿Ha dejado que sus hijos quemen la casa, se tiren
por el balcón, peguen a otros niños, rompan los muebles a martillazos?
Pues ya está, ya ha "puesto límites". ¿Que no ha conseguido que se coman
la verdurita? Pues claro, ¿acaso se creía con derecho para obligar a
otro ser humano a comer verdurita?
P.- ¿Qué les pasa a nuestros niños? ¿Por qué tantos diagnósticos de TDAH, alta demanda, trastornos de atención, hiperactividad...?
R.- Una de dos, o están más hiperactivos que antes, o
están igual que siempre, pero antes nos parecía normal y ahora nos
parece una enfermedad. Sospecho que hay un poco de cada, y ambas cosas
deberían preocuparnos; qué estamos haciendo que pone de los nervios a
tantos niños, y por qué nos cuesta cada vez más tolerar la conducta
normal de los niños. Los padres de antes tenían más "horas de vuelo". Los niños
no iban a la guardería, estaban 24 horas al día con sus padres hasta los
cinco o seis años.
P.- La normativa actual no deja muchas opciones. ¿Cómo resolvería usted el problema de la conciliación?
R.- La "conciliación de la vida familiar y laboral"
no existe. Sencillamente, mientras estás haciendo una cosa no estás
haciendo la otra. Y por tanto la famosa "conciliación" a fin de cuentas
se reduce a "Elige: familia o trabajo. Si prefieres trabajo, te
facilitamos una guardería. Pagando, claro. Si prefieres familia, te
damos un permiso. Sin sueldo, claro". No veo más solución que la de los
países escandinavos: un permiso mucho más largo, y con sueldo.
En otros aspectos de la vida, ni nos lo planteamos. ¿Cómo concilia
Cristiano Ronaldo ser uno de los mejores futbolistas del mundo con
trabajar ocho horas al día en un banco? Pues no lo concilia de ninguna
manera, porque ningún futbolista de primera división (ni de segunda,
creo) trabaja ocho horas al día en ningún otro sitio, porque no hay
"tiempo de calidad" ni nada. O juegas al fútbol, o trabajas en un banco.
En cambio, cuidar a un niño pequeño, por algún extraño mecanismo
mágico, nos dicen que se puede hacer perfectamente en los ratos
libres...
P.- ¿Qué le diría a esas familias que aún dudan si vacunar o no a sus hijos?
R.- Les diría que por favor vacunen, sin ningún
género de dudas, siguiendo lo más estrictamente posible el calendario de
vacunaciones de su país. Y si alguien está convencido de que todo es un
montaje de las multinacionales farmacéuticas con el apoyo del gobierno
americano para robarnos y matarnos, pues por favor que busque en
internet (no le llevará ni un minuto) el calendario de vacunaciones de
Cuba o de Venezuela y lo siga (que no es lo óptimo, pues por la distinta
situación epidemiológica el calendario puede variar un poco de país a
país, pero desde luego es mejor vacunar según el calendario cubano que
no vacunar).
P.- En pleno boom de bestsellers sobre crianza, usted saca un libro sobre la adolescencia. ¿Le gusta ir a la contra o lo que hay publicado sobre adolescentes no le convence?
R.- Bueno, habla un poco de adolescentes, y de otros
temas también. Trato de huir del típico libro de instrucciones, con
consejos sobre lo que hay que hacer en todo momento, y, por el
contrario, enseñar a los lectores a buscar información seria sobre los
temas y a analizar críticamente los datos.
P.- ¿En qué momento sintió la necesidad de empezar a escribir libros y dar conferencias?, ¿esperaba tener tanto éxito?
R.- Escribir era una de mis ilusiones desde la
infancia, aunque mi plan era escribir novelas. Y no, desde luego, no
esperaba ningún éxito. La historia natural de un libro, al menos en
nuestro país, suele ser: se imprimen entre 3000 y 5000 ejemplares,
durante unas semanas aparece en los escaparates y secciones de novedades
de algunas librerías, luego pasa a los estantes donde nadie lo
encuentra, y al cabo de unos años los que no se han podido vender se
liquidan o se destruyen. No esperaba otra cosa, y desde el principio me
sorprendió ver que se vendían y se reimprimían.
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