Fuente eldiario.es
Paula Carrión
La edad para tener el primer hijo en España se sitúa en 30,4 años,
cuatro más que hace veinticinco años.
La crisis económica y el deseo de la mujer de ser reconocida profesionalmente
explican este retraso.
A que
eso ocurra, a tener la formación deseada, el trabajo deseado y un
salario decente, es a lo que esperan muchas mujeres y es una de las
causas – que no la única- del retraso de la maternidad en España en
estos últimos años. En 2014, la edad media para tener el primer hijo se
situaba en los 30,4 años , mientras que hace un cuarto de siglo estaba en los 26,5 años , según Eurostat. Además ,
la media de hijos por mujer se sitúa ahora en 1,32 hijos, la mitad que
en el año 1976. ¿A qué se debe este retraso en la edad de maternidad?
¿A dónde nos lleva tener uno de los índices de natalidad más bajos de la
Unión Europea? ¿Cómo se puede invertir esta tendencia?
Esta crisis demográfica –
se necesita una fecundidad mínima de 2,1 hijos por mujer solo para
asegurar el relevo generacional de los que se mueren según los
especialistas- p roduce una tormenta perfecta propiciada en gran medida por la recesión económica que empezó en 2008. “
La crisis y el éxodo de jóvenes e inmigrantes, junto con la precariedad
en el empleo y los salarios mínimos hace que la emancipación sea más
tardía, y, por lo tanto, que la edad de ser madre se atrase. Esto
inevitablemente conlleva el envejecimiento de la población porque no hay
nacimientos suficientes para el reemplazo poblacional”,
explica el profesor de Geografía humana de la Universidad de Santiago y
experto en despoblación, Carlos Ferras en declaraciones a la Fundación porCausa .
Ferras lleva años estudiando este fenómeno en Galicia, una de las
regiones de España donde la tasa de natalidad es más baja y la de
mortalidad más alta.
El retraso no elegido de la maternidad
María Jesús Gutiérrez es un ejemplo de este retraso forzado para ser
madre. Tiene 31 años, está casada y lleva tiempo queriendo ser más de
dos en la familia. La realidad económica que vive y el entorno laboral
en el que se “penaliza la maternidad”, le han hecho ir postergando la
decisión.
Aunque en su casa
entran dos sueldos, asegura que no pueden permitirse el piso con dos
habitaciones que precisa el pasar de matrimonio a familia . “Formo parte de esa generación que quiere y no puede”, explica.
María Jesús aspira a cobrar más, a ascender a un puesto laboral que
considera que merece por su formación como licenciada y por su
experiencia aquí y en el extranjero. Tiene prisa por conseguir ese nuevo
estatus porque considera que una vez decida ser madre es muy probable
que su carrera profesional se detenga. El miedo a que ese parón se
produzca en el momento en que dé a luz, o incluso antes, hace que siga
esperando.
Para el profesor
Ferras, este aplazamiento hasta encontrar el momento adecuado provoca
que cada vez seamos más viejos y ello comporta una sociedad más
conservadora y menos dada a la innovación: “El problema más grave se
relaciona con la sobrecarga de sistema de pensiones y los servicios
públicos de salud y los servicios sociales en general. Debemos
preguntarnos quién pagará la factura social en un país de viejos,
escasamente atractiva para atraer inmigrantes, con muy alto desempleo y
con escasa fecundidad”. “Los pocos niños que nacen hoy no podrán pagar
las pensiones y el estado de Bienestar del mañana”, resume.
Mientras que la tasa de fecundidad en España se ha mantenido por debajo
de 1,5 hijos por mujer durante más de dos décadas, el número deseado de
hijos que afirman querer tener los españoles se sitúa de media en torno
a dos. Ese desajuste ente realidad y deseo se debe, según el estudio El déficit de natalidad en Europa
de la fundación La Caixa, a tres razones. La primera tiene que ver con
que la estabilidad laboral “se ha convertido en un requisito previo
para la formación de una familia”. Eso hace que la elevada tasa de
desempleo entre los jóvenes y la precariedad de los empleos con los que
se inician en el mundo laboral sean “claramente obstáculos de primer
orden que inhiben la procreación”, explica el informe. En segundo lugar,
se encuentra la ausencia de apoyo público a mujeres y hombres para que
puedan conciliar la vida laboral y las responsabilidades familiares. Y
por último, se sitúa la desigualdad de género. Ante esta realidad ¿cómo
se prevé que evolucione la tasa de fecundidad en España? Si no se
abordan estos problemas, explica el estudio, el pronóstico es simple:
“la tasa de fecundidad muy baja [en 2013 alcanzó su punto más bajo
: 9,10] se mantendrá indefinidamente. Solo si los costes y el cuidado
de los hijos son compartidos entre la familia y el Estado, y también
equitativamente entre ambos progenitores, es probable que la diferencia
entre el número de hijos deseados y reales vaya reduciéndose”.
Las previsiones que hay por el momento en este sentido no son muy
halagüeñas: el hecho de que ahora y en los próximos años haya menos
nacimientos hará que en 2049 haya un 32% menos de jóvenes con edades
comprendidas entre los 25 y los 35 años que en 2009 según el informe Estimaciones de la Población Actual 2049
del INE, siendo los grupos de edad que más caerán en términos de
crecimiento relativo. Esto a su vez supondrá menos gente en edad fértil
que pueda tener hijos. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Las brechas que afectan a las mujeres
En España tener hijos penaliza a la mujer en términos de empleo. Lo
dicen los datos. En el año 2013, la tasa de empleo de los hombres entre
25 a 49 años sin hijos menores de 12 años era del 74,4%, según el
informe Mujeres y Hombres en España
del Instituto de la Mujer. En el caso de tener hijos de esa edad la
tasa de empleo era más alta (78,9%). El valor más alto en hombres se
alcanza con dos hijos menores de 12 años (80,6%). Por el contrario, en
las mujeres, a medida que se incrementa el número de hijos menores de 12
años, disminuye la tasa de empleo. Para las mujeres de 25 a 49 años sin
hijos de esa edad la tasa de empleo era de 66,9%, pero se reduce a
59,5% en el caso de tener hijos menores de 12 años. Con tres hijos o más
la tasa desciende hasta el 47,0%.
Miedo es la palabra que más repite Maria Jesús durante toda la
entrevista. Miedo a que la echen, miedo a no conseguir crecer
profesionalmente en su empresa, miedo a no poder cobrar más. “Me daba miedo hasta casarme por temor a que me encasillaran en el grupo de las que pronto van a ser madres”, recuerda.
Los actuales datos de empleo, así como la brecha salarial entre
hombres y mujeres y de conciliación real en las empresas, sustentan esos
miedos.
“ Para las mujeres
jóvenes de hoy en día, que se educan tanto y que han apostado por el
mercado laboral, la maternidad les supone un enorme reto: por una parte
quieren ser madres, pero retrasan mucho esta decisión hasta tener un
contrato estable. Se retrasa mucho la entrada en la maternidad, y luego
es tan difícil conciliar que o bien se quedan con un hijo o abandonan el
mercado laboral. En principio, este abandono piensan que es temporal
pero al querer volver se enfrentan con una enorme barrera porque existen
muchas reticencias a contratar a una mujer que es madre”, explica Sara
de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco.
Los datos muestran que las mujeres se enfrentan al mercado laboral con más formación: como el INE refleja en sus estadísticas
que el porcentaje de mujeres entre 25 y 34 años con estudios
superiores en 2014 fue del 47,5% frente al 35,4% de los hombres. Incluso ,
no existe discriminación en el momento de entrar al trabajo: de los 25 a
los 29 años la tasa de paro en ambos sexos se sitúa indistintamente
alrededor del 30% y en algunos países como Estados Unidos o Reino Unido
el salario femenino en estos primeros años supera ya al masculino.
El problema viene después. Maria Jesús recuerda que cuando comenzaba a
trabajar como ejecutiva de cuentas en su anterior empresa la gran
mayoría de los trabajadores que entraban eran mujeres. “Lo que ocurre es
que conforme crece el puesto de responsabilidad, las mujeres empiezan a
escasear. Y, las madres, en mayor medida.”
Así lo constata la periodista Andrea Cárdenas, puesto que en su sector
no hay muchas madres en puestos directivos. “Al final, eligen entre
tener familia y disfrutar del cuidado de sus hijos o crecer en el
empleo”. Embarazada de su primera hija con 29 años, Andrea, que prefiere
no dar su nombre real, fue “invitada ” a dejar su trabajo en el que llevaba diez años. “Hubo un
Expediente de Regulación de Empleo y mis jefes me dijeron ‘Piénsate que
quieres hacer, tú ya sabes que trabajar aquí es muy exigente y es muy
complicado llevar el ritmo para una madre’.” Aun así, dijo que quería
seguir en el trabajo. Entonces llegó una época que ella recuerda como mobbing
: trabajos imposibles de cumplir, falta de reconocimiento, charlas
fuera del trabajo aconsejándole que se fuera. Al final, decidió dejarlo:
eligió. Tres años después, Andrea tiene un sueldo muy inferior al del
trabajo anterior: apenas gana 1.000 euros trabajando cinco horas al día.
Todo ello, a pesar de contar con una licenciatura, un máster y trece
años de experiencia laboral en el sector de la comunicación.
“
Este abandono por parte de las mujeres nos hace perder una valiosísima
fuerza de trabajo que vamos a necesitar sí o sí ante el inminente
envejecimiento al que nos enfrentamos. No se puede entender cómo la
sociedad no considera este problema como de absoluta prioridad. Cuanto
más se tarde en recomponer, más fuerte será el shock que este envejecimiento va a provocar en el mercado laboral”, comenta de la Rica, que también es investigadora de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) . Otra pieza más en la tormenta perfecta.
A finales de 2014 las mujeres jóvenes eran las que más tenían
sobrecualificación en sus puestos de trabajo, afectando al 61,2% de las
mujeres menores de 30 años .
Esta realidad les frustra. “Somos una generación en la que se ha
puesto muchas esperanzas, que nos han dicho desde pequeñas que nos
estábamos preparando para triunfar en la vida, que así lo hemos hecho y
ahora somos muchas las que nos sentimos con las manos atadas porque no
podemos conseguir nada de eso, porque queremos ser madres y al final
tenemos que elegir”, reivindica Andrea.
Un dato que lo ejemplifica: según el módulo sobre conciliación entre la vida laboral y la familiar
del 2010 de la EPA, un 2,0% de hombres y un 20,9% de mujeres redujeron
el número de horas trabajadas en un tiempo superior o igual a un mes,
debido al cuidado de al menos un hijo menor de 8 años. Eso se traduce en
menos horas presenciales de trabajo para la empresa . Ceferí Soler, profesor de Dirección de Personas y Organización en ESADE
, cree que la clave del escaso número de mujeres que ocupan puestos de
responsabilidad en la empresa está en esa disponibilidad. "El directivo
de empresa tiene una visión a corto plazo en el que premia la
disponibilidad que tienen los hombres en lugar de tener una visión más
estratégica a largo plazo en la que se prime el talento de cada
persona", explica Soler. Según el profesor esta visión más estratégica
que garantice la igualdad de oportunidades debería incluir desde la
propia empresa planes de carrera para la mujer y así asegurarle que se
cuenta con ella en el futuro -sea cual sea su decisión respecto a la
maternidad-, una flexibilidad en los horarios o jornadas continuas y la
potenciación del teletrabajo.
En los trabajos a tiempo parcial es donde más se dispara la brecha salarial entre hombres y mujeres
Una de las principales diferencias de género
para las personas jóvenes es el trabajo a tiempo parcial, siendo las
mujeres jóvenes las que realizan trabajos a jornada partida con mucha
mayor frecuencia que los varones. En 2013, el 15,3% de los varones de
entre 25 y 29 años trabajaban a tiempo parcial, un porcentaje que llega
casi al 27,7% en el caso de las mujeres. Mientras, en el grupo de edad
de 30 a 34 años, las diferencias se agrandan aún más siendo el 7,8%
ellos y un 24,3%, ellas, según la Encuesta de Población Activa.
"Esta es, en la actualidad, una de las principales brechas de género en
el mercado de trabajo no solo para las personas jóvenes, sino
prácticamente para cualquier grupo de edad. Además, esta brecha
contribuye a explicar otras diferencias, como por ejemplo la diferencia
en los salarios, aunque no es el único factor que determina esa
diferencia", explica Esteban Sánchez Moreno, profesor de sociología en
la Universidad Complutense de Madrid y experto en políticas de empleo.
A pesar de que en España el principal motivo de tener un
trabajo a tiempo parcial sigue siendo el no encontrar un trabajo a
tiempo completo, tanto en hombres como en mujeres, los siguientes
motivos difieren mucho entre sexos. Por ejemplo, entre las mujeres de 25
a 49 años, el porcentaje de un trabajo parcial por el cuidado de los
hijos se sitúa en el 18%, mientras que los hombres en esa misma edad se
sitúa en el 1,5%, según datos de 2014 de Eurostat.
En ese ámbito, el de la jornada parcial, es donde más se
dispara la brecha salarial entre hombres y mujeres. España, con un 33,7
% de brecha salarial en la jornada parcial, según datos
del INE para 2012, encabeza las diferencias de todos los países de la
Unión Europea. En Alemania, donde el trabajo a tiempo parcial es
desempeñado por mujeres en un 81,5 % -porcentaje superior al ya elevado
75% español-, las trabajadoras perciben un 12% menos del salario que el
de los hombres que trabajan en esta modalidad, según el informe ‘ Trabajar Igual. Cobrar Igual’ de UGT.
Elizabeth tiene un trabajo part time y aunque, según le han prometido
su jornada se convertirá en completa en los próximos meses, lamenta no
poder dedicarle todo el tiempo que querría a su hijo. Elizabeth vive
como una madre soltera -el padre del niño no le ha visto más de dos
veces en toda su vida y nunca le ha pasado ninguna mensualidad-, la
Administración no la considera como tal porque el padre firmó en su
momento los papeles esperando que por el hecho de firmarlos, su hijo
nacido de madre nacionalizada española le diera a él también la
nacionalidad. No cuenta que una hora después no supo nada más de él,
para el Estado no es madre soltera y no puede percibir las ayudas que se
derivarían de su condición.
Elizabeth, que sí recibe el apoyo como madre soltera por parte de la Asociación Solidaridad,
forma parte del grupo más vulnerable: los hogares monoparentales. Este
tipo de hogares -que en más del 80% de los casos están encabezados por
mujeres- son, según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, los que viven en peores condiciones. Más de la mitad de estos hogares están en riesgo de pobreza. Un reciente estudio
de Save the Children identifica además que las situaciones de
precariedad e inestabilidad laboral predominan entre estos hogares
monomarentales. Le gustaría, a pesar de todo, aumentar la familia "pero
cuando pueda afrontarlo sola, ahora mismo no puedo afrontarlo ni a nivel
económico ni de tiempo, aunque no quiero que Daniel sea hijo único",
explica.
Elizabeth y otras de las madres que acuden a
la asociación buscan allí la ayuda para salir adelante que no
encuentran fuera. En el informe de Save the children se alerta de que el
52% de las mujeres al frente de una familia monoparental se encuentran
excluidas del mercado laboral o trabajan en condiciones de precariedad,
ya que el cuidado de los hijos y la falta de medidas de conciliación les
impide optar a empleos con mayores jornadas e ingresos. De hecho, según
el informe, cuatro de cada diez hogares de este tipo no dispone de
dinero suficiente para pagar gastos relacionados con la casa. Daniel y
su madre comparten piso con más gente. Su sueldo no da para más.
En el sector en el que trabaja actualmente, el sanitario, la
desigualdad salarial se dispara. En la sanidad, segundo sector en
ocupación de mujeres en nuestro país, las mujeres cobran un 25,4% menos
que los hombres según el informe Gender Pay Gap
de la Comisión Europea. Las profesiones y ocupaciones feminizadas, como
la sanitaria, "están sujetas a desigualdades, por ejemplo, menores
salarios, porque están feminizadas, precisamente, y no por el contenido
de la tarea. En eso se basa la discriminación y la ruptura de los roles
hombre-mujer es un paso necesario para que dicha discriminación comience
a dejar de operar", explica el profesor Sánchez Moreno.
Reivindicaciones por la igualdad de oportunidades laborales
Una igualdad de condiciones y la ruptura de los roles hombre–mujer es
lo que reclama desde hace años Laura Baena. Esta publicista de 34 años y
fundadora del movimiento Malas Madres,
lleva trabajando como autónoma desde hace cuatro años –momento en el
tuvo a su primera hija- en pro de la conciliación para todos, tanto para
hombres como para mujeres. Cuando dijo que estaba embarazada le
advirtieron en su anterior trabajo que aquella no era una empresa para
"mamis y bebés" y un tiempo después decidió largarse.
"Si no le ponemos remedio nos dirigimos hacia una sociedad donde se
penaliza laboralmente a la mujer por ser madre, una sociedad con
desigualdades de género puesto que son las mujeres las que asumen mayor
carga de trabajo total entre remunerado y no remunerado, y, sobre todo,
una sociedad en la que las mujeres tienen que renunciar a su desarrollo
profesional, al cuidado de sus hijos o incluso renunciar a ser madres",
explica Baena.
Y continua: "Nos han vendido la moto
de si quieres, puedes, aquello de que serás lo que quieras llegar a ser y
eso produce frustración porque no es real. Se necesitan políticas que
ayuden a poder conciliar tener hijos con el trabajo." La realidad es
que, según una encuesta
realizada a más de 4.500 madres desde la organización que lidera Baena,
más del 80% de las mujeres no concilian, y más del 50% han vivido
situaciones negativas debido a su maternidad como que las cambien de
puesto de trabajo. Para que esto no ocurra, "la conciliación tiene que
afectar a todos y que todos tengan derecho a poder hacer una jornada
continua, a tener horarios flexibles o a trabajar desde casa sin premiar
el presencialismo porque si solo afecta a unos cuantos nos encontramos
ante la reducción de jornada y eso produce un parón en tu profesión,
algo que no le ocurre al hombre", opina Baena.
Desde
Malas Madres, reclaman una serie de políticas y ayudas por parte del
Estado para que las Pymes también puedan aplicar herramientas de
conciliación como la jornada continua, la flexibilidad de horarios o el
teletrabajo. Según el informe Radiografía de la Pyme 2015,
el 80% de las pymes quieren conciliar. "Si las familias y las empresas
quieren conciliar, falta que el Estado ponga de su parte", explica.
Todas estas políticas a la que hace referencia Baena van enfocadas a
que la mujer no tenga que elegir. Es lo que la reconocida socióloga
Pamela Stone describe en su libro ‘Opting Out? Why Women Really Quit Careers and Head Home’
(Por propia voluntad? Las verdaderas razones por las cuales las mujeres
abandonan sus carreras y se van para el hogar) como "elección forzada" y
que todas las mujeres entrevistadas para este reportaje han sentido
alguna vez.
Los hombres, sin embargo, no lo hacen. O
no en la misma medida. Las bajas por maternidad, por ejemplo, suponen un
parón en la carrera de muchas mujeres algo que no ocurre en el caso de
los hombres, que en España tienen una baja voluntaria de dos semanas
frente a las dieciséis de la mujer. Baena pide que para estar en
igualdad de condiciones las bajas por paternidad sean iguales a las de
las mujeres y que además sean obligatorias como en Suecia, donde ambos
progenitores tienen como mínimo una baja de ocho semanas no
intercambiable.
En ese sentido, PSOE, Podemos,
Ciudadanos e IU llevan en sus programas electorales equiparar ambos
permisos, mientras que el PP mantiene el retraso de aumentar el permiso
de paternidad. Según los expertos, otra de las medidas dirigidas a una
mayor igualdad de oportunidades laborales y de conciliación es la de
aumentar la red de escuelas gratuitas de cero a tres años que prometen
en sus programas PSOE, Ciudadanos y Podemos. Las madres entrevistadas
para este reportaje aplauden el gesto pero no lo ven suficiente. Creen
que falta meter el asunto de pleno en la agenda política.
"España es un claro exponente del modelo mediterráneo en lo que
concierne a políticas familiares. Carece de un sistema adecuado de
ayudas a las familias y a los hijos, los permisos de maternidad y
paternidad son demasiado cortos, y la demanda de plazas en escuelas
infantiles para menores de tres años sobrepasa con mucho a la oferta",
reza el informe de La Caixa, El déficit de natalidad en Europa.
Y comenta el famoso cheque-bebé que introdujo el último gobierno
socialista: "estuvo claramente mal planteado y cargado de ideología
natalista. El efecto de esta medida fue, sin duda, escaso. Pudo tener un
efecto temporal, es decir, algunas mujeres quizá tuvieron un hijo antes
de lo previsto gracias al cheque-bebé, pero es evidente que no logró
estimular una recuperación de la fecundidad".
"Ante
los agujeros que plantea el sistema de bienestar en la protección de la
natalidad, la estabilidad laboral se ha convertido en un requisito
previo fundamental para la formación de una familia", explica el
informe, ‘Generación Sueños Rotos’, elaborado por la Fundación porCausa y
el Consejo de la Juventud de España. Sin embargo, la elevada tasa de
desempleo entre los jóvenes –casi del 40% en 2014 para jóvenes de entre
15 y 29 años– y la precariedad de muchos de los que trabajan –con tres
de cada diez jóvenes con un contrato a tiempo parcial en 2014– "son
claramente obstáculos de primer orden que inhiben la procreación".
Gøsta Esping-Andersen, sociólogo especialista en el Estado de Bienestar
y coordinador del estudio de La Caixa anteriormente citado, asegura que
"la proporción de mujeres (y hombres) que prefieren no tener hijos es
marginal en todas las sociedades. A pesar de ello, la diferencia que
observamos entre el número de hijos que se desearían tener y los que se
tienen realmente es, a menudo, considerable". Según el estudio, en
España el 12% de las mujeres acaba su etapa reproductiva sin tener
hijos. Además, el 30% de las mujeres españolas deben conformarse con
tener un solo hijo. En países como los escandinavos esta diferencia
entre lo que se quiere y lo que se tiene es mucho menor.
Los países más avanzados en conciliación y políticas de igualdad, los
del norte de Europa, "pusieron la voz de alarma cuando sus índices de
natalidad no estaban tan bajos como los nuestros, empezaron a implantar
políticas públicas de conciliación y apoyo a las familias con hijos y
ahora han visto crecer otra vez esos índices", explica la fundadora de
Malas Madres. Los datos lo atestiguan: Noruega ha pasado de 1,66 niños
por mujer a 1,85; Suecia, de 1,61 a 1,91; y Dinamarca de 1,38, a 1,67 en
tres décadas.
Descarga el informe, ‘Generación Sueños Rotos’, elaborado por la Fundación porCausa y el Consejo de la Juventud de España
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