.“Los niños van a pensar, aunque nos empeñemos en que no lo hagan”.
Necesitamos que los niños tengan voz,
esa voz que muchas veces apaga el sistema educativo al que pertenecen.
Advertimos a todos los adultos que antes de seguir leyendo este
artículo se hagan una sencilla pregunta: ¿Son ustedes de los que
necesitan instrucciones o una guía exhaustiva para entender las cosas?
Si la respuesta es afirmativa, quizá no deberían seguir leyendo. O quizá
sí, quizá hoy deberían hacer una excepción.
Porque Ellen Duthie y
Daniela Martagón nos traen, en unas cajas muy atractivas, Filosofía visual para niños: 14
láminas que van a dar mucho que pensar, con más de 100 preguntas que se
van a multiplicar en nuestras cabezas y en el intercambio dialéctico
que vendrá después.
Filosofía visual para niños, de Wonder Ponder, es un
proyecto que nace en un aula de niños de cuatro años.
Cada dos semanas
se reunía con ellos Ellen Duthie para realizar una sesión de filosofía
para niños. Una iniciativa nacida de la mano de Matthew Lipman en 1970,
que vio en la filosofía el modelo necesario para hacer una
transformación de las prácticas educativas tradicionales, buscando el
desarrollo cognitivo del pensar en detrimento de la repetición
memorística de los conceptos.
En las primeras sesiones, Ellen Duthie abría el diálogo sobre un tema
concreto en torno a un álbum ilustrado, a veces sobre algunas
fotografías, donde viajaba con los niños en búsqueda de las teorías del
por qué de las cosas. “Tratábamos de definir qué era un buen amigo, qué
entendíamos por reparto justo, ¿siempre hay que repartir la tarta en
tantos trozos como niños hay o más bien habría que repartirla
dependiendo de sus necesidades, de si uno es más grande o tiene más
hambre?”.
Un día, Ellen Duthie quiso tratar la crueldad con los niños y ahí
todo cambió.
No terminaba de encontrar el libro ilustrado que tratara el
tema como ella necesitaba. Su cabeza pedía determinadas escenas y le
trasladó esa inquietud a su amiga la ilustradora Daniela Martragón.
Ella, en muy poco tiempo, preparó las escenas que Ellen necesitaba.
“Cuando las utilicé en clase, enseguida vi que el enganche de las
imágenes con el tema era directa. Los niños empezaron rápidamente a
construir cosas. Nunca me había pasado eso en sesiones anteriores. Las
escenas que Daniela había dibujado eran inmediatas, lo que no pasaba con
los álbumes ilustrados”.
La primera sorpresa al abrir las cajas es que no nos vamos a
encontrar por ningún lado con una guía exhaustiva de uso, sólo con una
pequeña tarjeta orientativa.
Hay tantas formas de usar Filosofía visual para niños
como usuarios distintos se acerquen a ellas. Desde el enfoque más
frívolo, donde simplemente echemos una sonrisa al ver las láminas de
golpe. Hasta el enfoque más profundo, donde con un grupo de niños se
organicen el debate y el diálogo como vehículos para el aprendizaje. Se
pueden usar en modo individual o en modo grupal. Puede ser un material
para niños o para adultos. Con tutorización o dejándoles al libre
albedrío. Cualquier uso es correcto, siempre y cuando abramos las cajas
sin prejuicios.
La idea fundamental del proyecto es provocar un divertido juego en
las cabecitas de los más pequeños. Pero también en las cabezotas a
menudo duras de los adultos. “Juega tú también, métete a pensar tú
también con ellos. Los adultos que han utilizado las cajas se han
quedado pegados a ellas mucho rato, porque no encuentran respuestas
claras. Sobre todo porque pensaban que sí las tenían. Al principio es un
choque brusco, pero enseguida empiezas a disfrutar. Y es que de repente
hay un autorreconocimiento de tu incertidumbre y te entran una ganas
terribles de ponerte a pensar”, nos cuenta Raquel Martínez Uña, editora
del proyecto.
De momento están en el mercado Mundo cruel y Yo, persona, cada una con unos objetivos de trabajo muy concretos. Mundo cruel quiere
hacernos reflexionar sobre el concepto de crueldad y sus derivados. Es
una caja que quiere que hablemos con seriedad de este concepto con
preguntas del tipo: ¿Matar hormigas te parece cruel?¿Crees que a veces
los niños son crueles con los adultos?¿Cualquiera puede ser una víctima?
Yo, persona invita a asombrarte y reflexionar sobre dos
preguntas muy cortas y no tan sencillas: ¿Quién soy? (¿Yo?) y ¿Qué soy?
(¿Persona?). Si te atreves a adentrarte en la resolución de estas dos
cuestiones, tendrás que tomarte tu tiempo y reflexionar sobre los puntos
clave de cada una de las preguntas de cada lámina.
Pronto vendrán más cajas para tratar temas como la libertad, la
realidad, la imaginación, la felicidad, lo posible y lo imposible.
El humor está muy presente en todo el proyecto y se nota al ver los
dibujos de las escenas. “Empleamos el humor como forma de cuestionarnos
cosas. Una escena te puede hacer gracia y te hace preguntarte cómo te
sentirías si estuvieras pasando por esa vivencia. Te ayuda a
cuestionarte todo lo que hay dentro de ti, a tomarte las cosas de una
forma menos seria. Además, no hemos hecho algo especialmente bonito o
cómodo, esa era la primera trampa de la que queríamos huir. Hemos
intentado que haya varios niveles de lectura. Con un punto de humor, el
juego engancha mucho mejor. Las escenas son ricas e interesantes, son
para todos los públicos y poder afinar eso nos ha llevado mucho trabajo.
Ningún adulto puede quedarse indiferente antes las escenas, como les
pasa a los niños”, nos explica Daniela Martagón, que ilustra el
proyecto.
Tanto Ellen como Daniela han hecho un esfuerzo muy grande a la hora
de redactar las preguntas y elaborar las escenas, revisándolas
minuciosamente para sacar el mayor partido posible de cada una de las 14
láminas. “Vamos a hacer siempre una pregunta desde el ángulo
completamente opuesto al que puedas estar mirando las escenas. Las
escenas y las preguntas están pensadas para que se dé la sorpresa tanto
en el niño como en el adulto. Queremos jugar con ellos”. Incluso en el
proceso de producción han trabajado duramente. Desde el primer momento
querían un producto 100% hecho en España, sostenible, con gastos
asumibles y sin que se disparara el precio final del producto.
Los adultos que no son nadie sin las guías de uso tendrán que
relajarse un poco ante este innovador material. “Tendrán que prepararse
un poco una vez que abran las cajas, leerse las preguntas, posicionarse
antes de iniciar la conversación, para así poder enriquecer el diálogo
entre los niños. Para evitar que se vayan del tema, para ayudarles a
concretar, para reconducir. Si no puedes salir del ‘yo necesito un libro
de texto para trabajar’, este material quizás no sea para ti. Sé que no
es un material que puedan utilizar todos los maestros”, afirma Ellen
Duthie.
Estamos ante unas nuevas cajas de Pandora, donde de pronto salen un
montón de cosas, algunas no tan positivas al principio por la dificultad
que plantea no poder dar respuestas inmediatas a la amplia variedad de
escenas que hay. Pero, en el fondo, estas cajas guardan la esperanza de
poder construir diálogos por el simple hecho de cuestionar cosas porque
sí. “Hacerse preguntas se convierte en una actividad gustosa para mí, es
un material que abre más que cierra”, añade Ellen Duthie.
“Los
niños van a pensar, aunque nos empeñemos en que no lo hagan”,
interviene Daniela Martagón.
“Con nuestro proyecto, piensan más a gusto,
piensan en grupo, contrastando ideas, pensamientos. En ningún momento
queremos darles desde Filosofía visual para niños ideas que no
tendrían de otras formas. Todo lo que planteamos son cosas muy cercanas,
y que van a venir antes o después y no van a necesitar de un adulto
para hablar de ellas. No estamos insertando ideas, son cosas que salen
de ellos, de su día a día. Sí o sí. Los niños son felices con las cajas.
Tienen más problemas los adultos. Pero cuando ven cómo los niños se
desenvuelven a las mil maravillas con ellas, se relajan. Es simplemente
filosofía para niños, que es menos rígida de los que podemos llegar a
imaginar”.
Con preguntas no directivas, con un pequeña pregunta que empieza el
debate en cada escena. “Estamos tan acostumbrados a partir de la lección
que queremos insertar en el niño”, termina Ellen Duthie, “que nos
cuesta mucho abrir la posibilidad de barajar respuestas alternativas que
no habíamos programado”.
Seamos valientes y aceptemos este reto que nos plantean desde Wonder
Ponder. Porque cuando un adulto no quiere buscar respuestas, oculta al
niño la posibilidad de pensar. Necesitamos que los niños tengan voz,
esa
voz que muchas veces apaga el sistema educativo al que pertenecen
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