Niños para la guerra, hoy
Hoy en Naciones Unidas, en su sede de Nueva York, se proyecta la
película del director español Esteban Crespo, nominado a los Oscar 2014,
en su apartado de Cortos, “Aquel no era yo”.
Naciones Unidas, con esta proyección, quiere concienciar a todos los
Estados y a los ciudadanos, de la situación de los niños soldados en el
mundo, y recordar la famosa “lista de la vergüenza” que encabezan los
países que raptan, someten y donde las familias entregan a sus hijos e
hijas, para los fines de la guerra.
Mulume (al frente a la izquierda), un exniño soldado
de la República Democrática del Congo,
siente incertidumbre sobre su futuro.
Crédito: Einberger/argum/EED/IPS
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No solamente es una mera cuestión de instrumentalización de los niños
y niñas como tropa, también la implicación que tiene, tendrá y se
mantendrá en el futuro de esas sociedades, respecto a la población que
durante sus primeros años de vida están obligados y sometidos
involuntariamente a matar, torturar, vejar y violar a otros seres
humanos. La trasmisión cultural de estas sociedades a sus poblaciones es
nula y sobre todo, carente de compromiso en derechos, bienestar y
seguridad, tanto con adultos como con los niños y las niñas.
La formación y educación en derechos humanos se hace a nivel
individual, como a nivel social, interactuando los individuos a través
de sus roles, tanto afectivamente como civilmente. Las sociedades son
entes vivos que se modulan y retroalimentan según pasan los años y el
devenir histórico, Y por ello, sus individuos también sufren dichos
cambios, evoluciones y transformaciones a nivel personal y colectivo.
Los niños y niñas de hoy, son el presente: no solo el futuro. Y por
tanto, son diferentes a los niños y niñas de tiempos pasados, y serán
diferentes a los del futuro. El presente de los niños soldados es una de
las muchas realidades que en el mundo viven hoy por hoy, los niños y
las niñas. El reconocimiento y la defensa de sus derechos, en primer
lugar a ser personas con dignidad; y en segundo lugar, a ser niños, es
tan importante como la denuncia de sus situaciones caóticas, de crisis y
por supuesto, de violencia sufrida.
Las niñas son también objeto de los “señores de la guerra” como
esclavas sexuales, y como “guerrilleras” al servicio de una causa
difícil de entender.
Pero qué pasa cuando pasan estos años de niñez no vividos. Las
confusiones personales, su intención de iniciar una nueva vida, en el
caso de querer cambiar, y su adaptación a la sociedad de manera pacífica
sufren un shock difícilmente superable. Las ONG que trabajan este
ámbito y realidad de los Niños Soldados nos cuentan en sus informes la
dureza de su realidad inmediata; pero no olvidan la dureza del futuro
que les espera cuando dejan de ser niños: asesinatos, violaciones,
esclavismo o secuelas de por vida en su integración a la vida pacífica.
Los niños y las niñas no son propiedad de nadie, cuanto menos de los
adultos. Este principio fundamental, ni siquiera es tomado en cuenta en
la sociedad occidental, donde los padres ejercen de “propietarios” al
amparo de la patria postestad de corte romana, para decidir el futuro de
sus hijos. La participación de los niños y las niñas en la sociedad no
está equilibrada en el concepto de Ciudadanía, que inclusive la Unión
Europea exige a sus países miembros, en igualdad adulto-niño, y que a
fecha de hoy, no se ha conseguido imponer. Los niños tienen voz, pero no
reconocimiento. Y por tanto, no son tenidos en cuenta ni siquiera en
aspectos esenciales como una ruptura familiar, un desahucio, una
incapacidad, o su subsidio. No hace falta darles un arma a los niños y
las niñas hoy. Ellos saben y reconocen que “su guerra” es diaria: no es
la “guerra de papá”, es la de todos: la suya también. Los niños
sobreviven en Africa, en América Latina… pero en España, también.
A los niños se les oye solo a veces, pero no se les escucha. Su
mensaje no se transmite. Los gobiernos lo obvian. A los políticos no les
interesa porque no son económicamente rentables, tal como lo conciben
ellos: a nivel de productividad. Y mientras sigue habiendo niños
soldados, niñas mutiladas genitalmente, niños esclavos por el trabajo de
los adultos, niños en la calle, niños sin casas y desahuciados, niños
sin zapatos ni posibilidad de estudiar, niños-cuidadores de adultos por
falta de ayudas estatales, niños y niñas sin familias estables y
seguras…
La invisibilidad sigue siendo una situación de alarmante necesidad de
denuncia, y objetivo fundamental para la abolición de situaciones de
violación de los Derechos Humanos, en cualquier parte de la Tierra.
Existen realidades invisibles en la infancia que, aún hoy, no se tienen
en cuenta, y que postulan el estancamiento de una Infancia sin futuro
como adultos, y una involución en el reconocimiento de los derechos
humanos. Lo que se traducirá en años posteriores en debilidades del rol
de actores sociales de una sociedad, donde solamente los más
privilegiados mantendrán el estatus de bienestar y seguridad, frente a
los más débiles. Pudiéndose producir una involución social con nuevos
ciclos de crisis sociales y económicas, sin recursos para atajarlos en
paridad para todos. Ya vemos como las poblaciones más sufrientes,
adultos o niños, se dan en los países con menos desarrollo de los
Derechos Humanos.
Los niños soldados también están en nuestra sociedad. Las secuelas de
este mal trato a la Infancia están aquí, hoy. El futuro está aquí, no
hay que esperar a mañana. El presente se va acabando, ¿cuánto más tienen
que esperar los niños y las niñas para ser reconocidos y respetados
como ciudadanos en igualdad de condiciones?
(*) Myriam Fdez. Nevado es consultora internacional en Infancia y Derechos Humanos,
y socia fundadora de la Asociación GSIA
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