Infancia y Futuro. Nuevas Realidades, Nuevos Retos


En Colección de Estudios Sociales de la Obra Social La Caixa, nº 30, se publica un estudio sociológico Infancia y Futuro. Nuevas Realidades, Nuevos Retos que examina la relaciones de niños y niñas de 0 a 10 años, y el impacto que sobre este colectivo tienen las transformaciones sociales que les afectan: como la aparición de nuevos tipos de familias, la masiva incorporación de la mujer al trabajo remunerado, nuevos modos de paternidad…
Las autoras, las sociólogas Pau Marí-Klose, Elizabeth Vaquera y Solveig Argeseanu Cunningham, rastrean el origen de fenómenos que pueden afectar al desarrollo de esta infancia menor de 10 años…


GSIA recoge las reflexiones finales del estudio a modo de conclusiones:

     1. El trabajo de las madres resulta crucial para prevenir situaciones de exclusión económica en la infancia, especialmente para los colectivos en situaciones más vulnerables. Promover el trabajo femenino implica crear condiciones que lo favorezcan, especialmente entre las madres cuyos costes de oportunidad de trabajar (en lugar de permanecer en casa cuidando a sus hijos) son más altos. El desigual acceso a los centros de cuidado infantil, detectado en el presente estudio, tiene efectos contrarios a lo que sería deseable. Igualmente, los fenómenos de discriminación salarial femenina en el mercado de trabajo y de subempleo constituyen un factor desincentivador del trabajo de las madres.

       2. La dedicación de madres y padres a sus hijos es una inversión de primer orden para  de los niños. Como hemos tenido ocasión de comprobar, esta dedicación no se expresa simplemente en «cantidad de tiempo», sino que más bien tiene que ver con los usos a los que padres y madres destinan ese tiempo. Es evidente, sin embargo, que el compromiso parental resulta inviable cuando
madres y padres están «desbordados». La existencia de tiempo intergeneracional compartido no depende meramente de la duración de la jornada laboral, sino también de que los horarios de trabajo de padres y madres sean previsibles y regulares, y que los tiempos compartidos puedan ser vividos verdaderamente como «tiempo familiar», sin el factor distorsionador de las horas extras o el trabajo que los progenitores se llevan a casa. Cenar juntos u otros rituales familiares, como ver la televisión en el salón o las actividades compartidas de fin de semana al aire libre, son nexos importantes de unión intergeneracional que tendrían que quedar blindados frente a las interferencias del mundo laboral. El punto de partida de las «políticas de conciliación» es promover que padres y madres e hijos e hijas dispongan de tiempo en los momentos en que lo necesitan (en expresión anglosajona,
Having time at the right time). Eso implica extender nuevos derechos y prácticas laborales, para favorecer la posibilidad de que los trabajadores puedan reorganizar sus tiempos de trabajo en función de las necesidades de coordinación dentro de las familias.

      3. El ejercicio de nuevas formas de paternidad tiene beneficios inequívocos para el menor en un contexto en que las transformaciones de la biografía femenina son irreversibles. El camino de vuelta hacia un mundo donde las mujeres asumían roles de cuidado y educación de los hijos ha quedado bloqueado, y cualquier aspiración a desbloquearlo (ni siquiera parcialmente)
resulta improductiva y posiblemente contraproducente para los menores.
Por ello es necesario dar a conocer las ventajas de la implicación masculina en esas responsabilidades, no solo para mejorar los climas familiares en hogares donde ambos progenitores trabajan, sino también en aras de favorecer el bienestar general de los niños. Las iniciativas legislativas deben encaminarse a favorecer la corresponsabilización de los padres desde el nacimiento del hijo, eliminando la fundamentación de derechos en supuestos sexistas
acerca de cuál es el progenitor más facultado para quedar a cargo del menor en diferentes etapas y transiciones vitales. Más allá de estas iniciativas, es importante complementar esa extensión de los derechos y oportunidades de los hombres fomentando una cultura de corresponsabilización que refuerce su disposición a implicarse en los cuidados y educación de los hijos.

       4. La salud infantil es condición sine qua non para la igualdad de oportunidades en la vida. La salud infantil tiene determinantes sociales que es necesario tener presentes y abordar desde edades tempranas (algunos incluso desde antes del nacimiento). Fenómenos como la obesidad, responsables de una gran cantidad de afecciones y problemas de salud en la vida adulta, tienen su origen en la infancia. Igualmente, los malestares infantiles o
los déficits de competencias socioemocionales lastran las oportunidades de progreso personal y educativo de los menores. La detección precoz de estas situaciones resulta crucial para frenar sus consecuencias.

       5. Los sistemas educativos no están capacitados para corregir los efectos que las desigualdades sociales producen en el rendimiento académico y el logro escolar. Dichas desigualdades tienen, en buena medida, su origen en factores ajenos a la escuela, y probablemente es fuera de ella donde deben buscarse también algunas de las nuevas soluciones. Resulta difícil modificar los estilos parentales responsables de algunas de estas desigualdades o dotar a familias que no lo tienen del capital cultural que facultará a sus hijos para asegurarse el éxito en su periplo educativo. Aun reconociendo tales dificultades, los progenitores deben conocer el papel determinante que pueden jugar en la trayectoria educativa de sus hijos y encontrar incentivo, apoyo y asesoramiento público para ejercer responsablemente sus funciones parentales. Por otra parte, la estimulación cognitiva y de otras capacidades esenciales para el logro educativo no es un objetivo que pueda alcanzarse solo en el espacio familiar o escolar. El papel de otros servicios formales (centros preescolares, programas extraescolares) puede resultar clave siempre que se promueva el
acceso a los niños que más pueden beneficiarse de ellos.
Para conseguir todo lo anterior es indispensable que las dotaciones presupuestarias de las políticas familiares se sitúen, comparativamente con otros países, al nivel a que se sitúan (en términos también comparativos) las dotaciones en otras partidas, como las de protección a la vejez, la asistencia sanitaria o las
políticas de beneficios pasivos a los desempleados. Nos encontramos en el furgón de cola de los países de la OCDE en lo que se refiere a políticas de protección y apoyo a las familias, especialmente cuando tienen hijos dependientes.
Esta anomalía denota una falta de compromiso con estas formas de protección y es reflejo de inercias históricas. El futuro de nuestra sociedad reclama un cambio de rumbo. En un mundo como el que nos ha tocado vivir, no invertir en infancia es un lujo que ya no nos podemos permitir.


Acceso a un resumen del estudio

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