Marcadores sociodemográficos y nuevas tecnologías en las generaciones catalanas. 1926-2005,
Derechos Digitales por conquistar: I Conferencia sobre Alfabetización Digital de la Infancia y la Adolescencia, próximo día 27.
Los Derechos Digitales por Conquistar, 27 de febrero.
Este evento, dirigido a investigadores/as, docentes, madres y padres, así como a otros profesionales
que trabajan en el ámbito de atención a la infancia y la adolescencia, abordará temas cruciales
como la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.
El evento es gratuito y se llevará a cabo tanto de forma presencial en la Sala de Conferencias de la Facultad
de Ciencias de la Información de la UCM, así como de manera sincrónica online.
Inscripciones abiertas:
Para asegurar tu participación, te invitamos a registrarte a través del siguiente enlace: https://forms.gle/
Contenidos:
.- Conferencia inaugural. EL MARCO ACTUAL
.- Debate LA CONTROVERSIA: ¿Impedir el uso del móvil hasta los 16 años.- Exposición. LOS DATOS: ¿Los datos están describiendo la realidad de los niños, niñas y
adolescentes usuarios del entorno digital de hoy
.- Reflexión. LA INNOVACIÓN: ¿Sobre qué quieren ser alfabetizados los y las adolescentes?
.- Presentación de BUENAS PRÁCTICAS.
Certificados de Asistencia: Se otorgarán certificados a aquellas personas que asistan presencialmente.
Móviles y adolescencias sin cobertura.
El debate educativo se hace complejo, difícil de transitar. Tenemos ganas de encontrar formas de salir de la maraña, de huir a espacios más sosegados fuera del ritmo que nos marca la propaganda de aplicaciones y redes sociales, ganas de ir a lugares habitables donde conectar con lo humano en una forma tradicional en la que nos reconocemos desde una legítima nostalgia. Pero pronto vemos que no hay huida posible. No queda más remedio que gestionar la dificultad.
Y desde la honestidad las dificultades siempre se gestionan con más dudas que certezas. Ni idea de cómo desenredar el lío, ni idea de cómo escapar del secuestro, pero sí que tengo claro que, en términos de infancias y adolescencias, hay ciertos planteamientos que aparecen de manera recurrente en todos los debates y, se hable de lo que se hable, las criaturas terminan palmando siendo víctimas de los postulados adultocéntricos.
Hace pocas semanas salió a luz pública una iniciativa de familias preocupadas por el condicionamiento social a la hora de facilitar a los adolescentes su primer dispositivo móvil, cómo la presión de grupo y el contexto social dificultan que cada familia pueda tomar sus propias decisiones desde el diálogo. Y en el momento que este tema ha estado en el debate mediático, los discursos criminalizadores se han hecho hueco para acallar otras búsquedas, otras maneras de encontrar soluciones que a la vez nos lleven al respeto de la realidad adolescente.
Este texto pretende colaborar con dicha búsqueda dando cinco toques de atención, cinco coordenadas que pueden servir para generar diálogo en un intento de aportar a la conversación argumentos que valgan para reconfigurar una relación con las infancias y adolescencias en clave de respeto y antagónica a las dinámicas de represión y control social que, por desgracia, están tan presentes en el debate público.
1. Somos la generación que hemos abrazado (y seguimos abrazando) las tecnologías de manera generalizada, acrítica y consumista. También como proveedores e incitadores de su consumo a las infancias.
Miramos a las adolescencias enganchadas al móvil y vemos todos los riesgos y peligros que tenemos absolutamente integrados y normalizados en nuestro día a día. Desde que en la transición compramos el modelo del progreso y el desarrollismo capitalista como manera de huir de la miseria franquista, creemos que todo lo que pita y hace lucecitas nos va a mejorar la vida. Como padres y madres hemos elegido escuelas en las que daban una tablet a criaturas de 5 años para que aprendieran las letras o los colores, incluso hemos celebrado aplicaciones para comer o dormir en guarderías y en las cocinas de nuestras casas. Hemos regalado playstations a cascoporro y hemos ido cambiando de móvil cada 2 años al son de las campañas publicitarias de las multinacionales para no perder estatus y poder seguir alimentando la fantasía de control de tener el mundo guardado en nuestro bolsillo. Nuestros hijos e hijas han crecido viendo como estábamos pegados al móvil y cómo mirábamos la vida a través de las pantallas. Los álbumes de fotos familiares están en la nube, evaporados en la inmediatez de un wasap y sin posibilidad de cristalizar en una historia familiar tangible y respirable.
Todo esto, hoy por hoy, está lejos de cuestionarse. Los adultos con las tecnologías también nos enganchamos, también nos suicidamos, perdemos nuestro dinero jugando a la apuestas o cayendo en los timos, pero en ningún caso se nos plantea un uso restrictivo de las mismas o una demonización de nuestro estilo de vida. Es muy cuestionable por tanto cuando hablamos desde la superioridad moral o desde un paternalismo. Supone construir un muro y desechar la interesante posibilidad de dialogar con los chicos y las chicas desde la miseria que compartimos, desde ese lugar común en el que estamos perdidos, y del que podemos aprender juntos cómo recorrerlo. La realidad nos pone en bandeja una oportunidad de encuentro, no la fastidiemos ocupando un lugar de pedantería. Se nos nota demasiado la impostura y perdemos la opción de hacer algo lindo con nuestra legítima preocupación.
2. No tenemos resuelta la cuestión de la autonomía de los niños y niñas, ni sabemos cómo poder posibilitar las derivas propias de las adolescencias.
Móviles sí o móviles no, puede haber debate, pero autonomía sí, sin ninguna duda.
Tenemos un grave problema social con la fragmentación y el individualismo. Nuestras comunidades están rotas, erosionadas, desiertas, cada vez es más difícil encontrar a alguien dispuesto a ofrecer ayuda, disponible para la relación. La chavalería es víctima de esa desertificación. Los itinerarios por el cuerpo social frío y hostil se parecen cada vez más a deslizamientos por el hielo, sin agarres, sin posibilidad de frenada, cada vez con más riesgos y cada vez con menos probabilidades de amparo. La cosa está mal, pero no es responsabilidad de la chavalería el desastre que se encuentran cada día que pisan la calle. Y sí, podemos valorar que es una gran lástima que la autonomía vaya asociada a la tecnología, que da pena que un chico o una chica no se atreva a hacer determinadas cosas hasta que no tenga un móvil en el bolsillo, llorar que un papá o una mamá no autorice determinados planes si no se garantiza la posibilidad de contacto (o control) inmediato…
Añoramos aquellos momentos en los que lo social estaba regado por la confianza, por el apoyo mutuo y por una libertad que no fuera vigilada. Pero en el momento actual, si se ha de elegir entre móviles o autonomía, yo lo tengo claro. Ojalá seamos capaces de construir lugares sociales habitables en los que dicha disyuntiva no sea necesaria, ojalá lugares donde la autonomía no necesite muletas, pero, mientras, habrá que pagar el precio que cuesta salir de casa. Si retrasar el uso de móvil es también retrasar la adquisición de la autonomía y el disfrute de la libertad, no compensa.
3. El sistema educativo está absolutamente incapacitado e inhabilitado para intervenir en relación a las pantallas, en uno y en otro sentido.
Puede haber debate de si pantallas en los institutos (se acaba de firmar un manifiesto en este sentido) o, por lo contrario, si los centros educativos han de estar libres de móviles, de si las tecnologías se tienen que integrar en las asignaturas como un aprendizaje instrumental o trabajarse de manera transversal, de si sí o si no. Y como todo debate pedagógico y didáctico que se da en el marco de la educación reglada encandilará a unas y aburrirá a otras, pero, en todo caso, no es la discusión que necesitamos.
Sobre la cuestión fundamental de cómo afectan las tecnologías a los y las adolescentes, el debate en términos educativos es superficial. El uso que hace de los móviles la chavalería tiene que ver con temas vitales como “la importancia de la relación con los colegas”, “la necesidad de referencias culturales más allá de los entornos inmediatos”, “jugar y entrenar las identidades y las opciones sexuales”, “acceder a contenidos que desde la cultura adulta están denostados y repudiados”, etc. Y todo eso, hace tiempo ya, que queda fuera de los currículums y fuera de circulación en la estructura formal del sistema educativo. Por tanto, cuando un centro se autodenomina “un lugar libre de móviles”, o por lo contrario, vende como “innovación educativa” tener pantallas hasta en la sopa, estamos en ambos casos ante simples propuestas autorreferenciales, epidérmicas, que tienen un calado ínfimo en las vidas del alumnado.
Si se prohíbe el uso de los móviles no es para promover una sociabilidad alternativa con los alumnos y alumnas (que, por otro lado, ni se cuidan ni se sostienen desde lo humano) sino como un elemento de autoprotección institucional y de contención de la violencia. En los institutos de secundaria hay constancia de que la convivencia es precaria, que las agresiones pueden ser frecuentes y que haya una pantalla para publicar y publicitar los comportamientos indeseables dificulta la gestión de las vergüenzas. Pero su prohibición difícilmente erradica los problemas (que tienen causas sistémicas), solo traslada su expresión a otros espacios en los que los chicos y chicas dialogan con lo que les pasa con más libertad y menos control.
El sistema educativo debiera empezar por asumir su responsabilidad respecto a los marcos de violencia que construye para la chavalería, no olvidar tampoco las condiciones materiales que condicionan los procesos vitales del alumnado, y también hacer una evaluación honesta sobre qué ha mejorado en la convivencia de los centros desde el día en que sacar un smartphone formó parte del sistema disciplinario y del menú de castigos y sanciones. Y después de todo esto, cuando haya hecho los deberes, estará en condiciones de desempeñar un papel significativo en la solución del problema que nos preocupa.
4. Las redes sociales virtuales conducen a un consumo de relaciones, a una exposición nociva y unas relaciones basadas en el control y la inmediatez… ¿Y las otras redes saludables? ¿Dónde están y qué hacemos para que las adolescencias puedan explorar una sociabilidad alternativa a la digital?
Si ya había “temita” con la cuestión de la autonomía, si hablamos de la vida social de las criaturas en relación a las tecnologías la cosa también se presenta tiznada... Hay una preocupación general respecto al uso de las aplicaciones de las redes sociales como sucedáneo del encuentro con cuerpo y alma. El miedo que da normalizar relacionarse con avatares, hablar con emoticonos o follar por zoom. Mal panorama, sí, pero es un lío que no vamos a poder esquivar…
Las relaciones sociales son una necesidad básica en todas las edades, somos una especie mamífera, necesitamos roce y cachorreo, y nos lo estamos montando para exiliar esto de nuestro día a día. Cada vez nos vemos menos, nos tocamos menos y nos encontramos menos. Cada vez más solas, con más necesidad y con más carencia. Y ninguna de las instituciones pensadas para las infancias y adolescencias priorizan el abrazo. Pocos recreos, pocos espacios de juego liberados de la mirada adulta y pocos lugares donde experimentar la conexión con los demás. Precariedad psico-afectiva generalizada.
Cuando las criaturas son pequeñas aun les llevamos a planes con abuelos y abuelas, convocamos a tíos y tías en una fantasía instantánea de la familia extensa que ya no tenemos, vamos de peregrinaje a cumpleaños colectivos y hacemos fiestas de halloween o de pijamas… Pero claro, llega un momento que las criaturas crecen, pronto cumplen 12, 13 o 14 años y la sociabilidad que demandan y necesitan ya no se da de la mano de papá o mamá. Desde ese momento, y hasta que puedan conquistar la confianza de quienes les cuidan para tener libertad de movimientos y funcionar de forma autónoma ejerciendo de “adultas”, tendremos que asumir que van a tener que canalizar de manera precaria e insuficiente sus necesidades de socialización, “ni tan mayores como para quedar solos, ni tan pequeños como para verse en encuentros con familia encima”, que van a querer conectarse a juegos en red para chatear con colegas, o mandarse mil gifs por wasap para sentir que no están tan solas en el encierro de sus casas…
Porque, reconozcámoslo, la alternativa social que estamos ofreciendo a las adolescencias es de precariedad y encierro. Ni los horarios, ni los espacios, ni las ciudades, ni las dinámicas de relación que tienen con los adultos de su vida dan muchas posibilidades distintas al aislamiento. Y no parece que estemos muy dispuestos a cambiar nuestras prioridades, ni que el capital y la adultocracia nos lo vaya a permitir.
En este contexto, las aplicaciones y las pantallas son quizá más consecuencia que causa de lo que nos debiera preocupar.
5. La regulación y la prohibición ¿Dónde están los riesgos? ¿Es una cuestión de peligros o de necesidad de control adulto?
No es la primera vez que cuando nos asusta algo respecto a las infancias nos lo queremos quitar con educación punitiva o con represión. La educación y el castigo para salir del atolladero.
Somos conscientes de que el mundo que hemos construido, y que se expresa con toda su crudeza en internet, deja mucho que desear. Sabemos que no tenemos capacidad de control del capitalismo, ni del patriarcado ni de la violencia estructural que sufrimos, por lo que puede parecer una buena opción controlar a las adolescencias y así “defenderlas de lo que somos”. De esta manera, aunque la efectividad de nuestras medidas sea casi nula, seguimos demostrando quien manda y expiamos parte de las culpas. Reivindicar el privilegio adulto siempre será la mejor forma de acallar debates y de no asumir responsabilidades.
Pero desde una regulación ajena a las necesidades de la chavalería, y desde la prohibición en base a criterios moralistas y prácticas paternalistas, no se crece como sociedad, no se renuevan las alianzas intergeneracionales. Se culpabiliza a las adolescencias por “hacer lo mismo que los demás” pero a ellos y ellas no se les permite por las inseguridades y los miedos que las personas adultas les vuelcan.
Si pensamos en una tablet, para jugar, para aprender, o para matar el tiempo en una sala de espera o en un viaje, nos parece todo bien (aunque esté demostrado que es nocivo para los niños y las niñas, y nosotras justifiquemos “hacer la vista gorda” por nuestro bienestar), pero si proyectamos en los dispositivos y las tecnologías el acceso al porno o el que jueguen a las apuestas, nos parece mucho más peligroso en manos de la chavalería que en nuestras manos, cuando los riesgos son similares y las consecuencias negativas también.
Las propuestas punitivas, además de ineficientes, imposibilitan dialogar con el problema en clave de la responsabilidad que tenemos, lo que es muy inmaduro como sociedad y además injusto para aquellas personas que no viven en situaciones de privilegio y por tanto que no se pueden beneficiar de una mirada benevolente y comprensiva a sus conductas reprobables. Los y las adolescentes están lejos de poder ocupar ese lugar de reconocimiento y de poder disfrutar de los beneficios de la hipocresía social. Tienen todos los números para seguir siendo las dianas de nuestro malestar.
****
Y así, como resumen y cierre, decir que, sin duda, en un ambiente sin pantallas que nos secuestran la atención, la vida y que instrumentalizan nuestros anhelos y necesidades, sería más fácil de cultivar la relación humana, pero más allá de ese marco, hoy por hoy lejano y artificioso, no nos queda otra que lidiar con las dificultades, y hemos de hacerlo en clave de respeto y responsabilidad, y no ahogar el debate en propuestas finalistas y simplificadoras que quizá nos ayuden a dormir más tranquilos, pero que distan mucho de colaborar con hacer un mundo más habitable para las infancias y adolescencias
I Conference sobre Alfabetización Digital en la Infancia y Adolescencia: Los Derechos Digitales por Conquistar, 27 de febrero.
Este evento, dirigido a investigadores/as, docentes, madres y padres, así como a otros profesionales que trabajan en el ámbito de atención a la infancia y la adolescencia, abordará temas cruciales como la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.
El evento es gratuito y se llevará a cabo tanto de forma presencial en la Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, así como de manera sincrónica online.
Inscripciones abiertas:
Para asegurar tu participación, te invitamos a registrarte a través del siguiente enlace: https://forms.gle/
Certificados de Asistencia: Se otorgarán certificados a aquellas personas que asistan presencialmente.
Se acerca el Día de Internet Segura 2024, 6 febrero. Concovatoria INCIBE para Centros Educativos.
Y recuerda que puedes apuntarte con tu centro educativo a tallares en línea,al concurso “¿Qué es para ti el 017?”
El 6 de febrero se conmemora en todo el mundo el Día de Internet Segura, SID 2024 (por sus siglas en inglés, Safer Internet Day) y desde INCIBE nos unimos como cada año a la iniciativa.
Para nosotros es muy importante compartir esta iniciativa con vosotros y vuestros alumnos y nos encantaría que nos acompañarais. Os animamos a que lo comentéis con el equipo docente de vuestro centro y reservéis un hueco la mañana del martes 6 de febrero porque ¡no podéis faltar!
Nuevos talleres online
Estamos preparando un completo programa de actividades que incluirán nuevos talleres online adaptados a distintas franjas de edad con el objetivo de seguir avanzando en el desarrollo de competencias digitales para la ciberseguridad y el uso seguro y responsable del alumnado, de forma dinámica, interactiva y entretenida.
En ellos se tratarán temáticas como la importancia de comunicarse con respeto y responsabilidad en Internet; cómo evitar virus y detectar fraudes online y buenos hábitos al utilizar y configurar dispositivos y servicios en la red.
¿Contamos con vosotros? Permaneced atentos a nuestra web, suscribiros al boletín de INCIBE Menores, y seguid nuestras redes sociales X (antes Twitter) y Facebook, porque próximamente os daremos más información de los talleres online.
Y como muestra de lo que podréis encontraros en esta edición, os dejamos los talleres online del Día de Internet Segura 2023.
Concurso ¿Qué es para ti el 017?
Además, recordad que aún estáis a tiempo de apuntaros al concurso “¿Qué es para ti el 017?”, la iniciativa que INCIBE ha puesto en marcha para dar a conocer el servicio del 017, Tu ayuda en ciberseguridad entre los centros educativos y sus alumnos. ¡Podéis participar con vuestros vídeos hasta el viernes 12 de enero de 2024 a las 13:00 y ganar una impresora 3D para vuestro centro escolar!
Estas son las bases del concurso donde encontraréis todos los detalles para poder apuntaros, si no lo habéis hecho ya.
Una revisión de estudios indica que los efectos del uso de pantallas en los niños y adolescentes son pequeños.
Llevamos una temporada de fiebre aterradora sobre los efectos perversos para la infancia y la adolescencia de las pantallas y la realidad y/o su digitalización que se muestra a través ellas... . Ahora en la palestra están los efectos del porno en la violencia sexual; unos echan la responsabilidad en la inmigración; otros al porno por el fácil acceso de los niños a los pantallas, smartphones, redes, tiktokes...
Danos acceso a un artículo que, tras contrastar y comparar más de 100 investigaciones, no justifica tanto terror como el que se hace circular para crear opinión pública angustiada.
En el siglo XVI, la invención de la
imprenta facilitó el acceso a los libros y, con ellos, al conocimiento. Sin
embargo, muchos eruditos de la época se alarmaron ante los efectos de la nueva
tecnología. Conrad Gessner, que elaboró una lista todos los libros publicados
en el primer siglo tras la invención de la imprenta, decía
en 1545 que la abundancia de libros era
confusa y dañina para la mente y pedía a reyes y príncipes que tomaran medidas
para controlar el guirigay. Más recientemente, en el siglo XIX, se temía que la
escolarización agotaría los cerebros infantiles, y, a principios del XX, que la
radio distraería a los niños de la lectura. En 1985,
Neil Postman, director del Departamento de Cultura y Comunicación de la Universidad de Nueva York, acusaba a la televisión de empujar a la sociedad a
la “estupidez colectiva” y de crear un futuro en el que los ciudadanos vivirían
en un marco de libertades formales inútiles porque nadie las podría ejercer por
puro desconocimiento.
Ahora, algunos expertos advierten de que las pantallas de los dispositivos electrónicos han creado la primera generación de hijos menos inteligentes que sus padres y esos padres se organizan para restringir el uso de dispositivos electrónicos entre los escolares. Sin embargo, pese a la alarma generalizada, no existen estudios abundantes y de calidad que ayuden a entender el problema. En un editorial de 2019, la revista médica The Lancet afirmaba que “nuestra comprensión de los beneficios, daños y riesgos de nuestro rápidamente cambiante paisaje digital es dolorosamente escaso”. Hoy, la revista Nature Human Behaviour publica una revisión de estudios sobre este asunto con conclusiones poco dramáticas. En un trabajo que recoge los resultados de 2.451 estudios y casi dos millones de participantes menores de 18 años, los autores concluyen que el uso de pantallas se asocia con riesgos y algunos beneficios, pero que, en cualquier caso, los efectos son pequeños.
Los resultados muestran que la habilidad
para leer y escribir y el aprendizaje en general empeora ligeramente cuando se
pasa más tiempo frente a pantallas, que los anuncios de comida basura en los
medios digitales favorecen que los niños la consuman o que el uso de redes
sociales incrementa levemente el riesgo de depresión. Había algunos efectos
positivos, que más que de las propias pantallas dependen de la utilización que
se haga de ellas. Ver televisión con los padres aumentaba la capacidad de
lectura y escritura y el uso de pantallas para programas educativos de realidad
aumentada tenía efectos positivos en el aprendizaje.
“No creo que el tamaño de los efectos
que hemos encontrado en este artículo apoyen [que las pantallas] supongan una
preocupación tan grande”, afirma Taren Sanders,
investigador de la Universidad Católica de Australia y primer autor del
artículo. “Encontramos efectos, como la relación entre depresión y uso de redes
sociales que eran algo preocupantes, pero en la mayor parte de casos no
encontramos grandes efectos que nos harían pensar que este debería ser la
preocupación número uno [para los padres]”, añade. “Eso no significa que para
algunos niños no sea un gran problema, pero de media, probablemente, no es lo
que más influye en la vida de los chicos”, concluye. La correlación más fuerte
encontrada en todos los estudios es de 0,2, la misma que otros estudios han
hallado entre la inteligencia y una mayor estatura.
Entre los principales efectos negativos,
el uso de redes sociales mostró una relación
fuerte con conductas arriesgadas,
abuso de sustancias o sexo sin precauciones. Los autores apuntan a que las
propias compañías sugieren que sus productos pueden tener efectos negativos
para la salud mental de los jóvenes, especialmente de las adolescentes. Entre
los efectos positivos, se destacan las intervenciones que emplean pantallas
para promover el aprendizaje o los hábitos saludables, aunque insisten en que
el beneficio puede no deberse tanto a la pantalla como el empleo que se le da.
“Yo soy padre de un niño de dos años y
trato de no contagiarme de esta histeria, porque sé que no hay justificación
científica”, afirma Borja del Pozo, investigador de la Universidad de Cádiz y
coautor del estudio. “Ni los efectos negativos son tan grandes, ni toda
pantalla es mala, es más complejo que eso”, añade. Guías con recomendaciones de
uso de pantalla como la de la OMS son muy restrictivas, pese a que no se hayan
encontrado pruebas sólidas del daño de las pantallas, por miedo a que la falta
de evidencia se deba a que hay daños que no se están midiendo bien. “Con este
metaanálisis hemos visto que los efectos de la pantalla dependen de qué se
mira, con quién y con qué objetivo. Si se miran contenidos educacionales
acompañados de los educadores, el efecto es positivo”, afirma Del Pozo. En el
artículo sugieren que estas guías adviertan frente al uso excesivo de las redes
sociales, pero consideren adaptar sus recomendaciones para promover el uso de
aplicaciones educativas o videojuegos.
Pese a no encontrar datos que
justifiquen la alarma, Sanders reconoce que el campo de investigación cambia
rápido y es difícil para los investigadores seguir los cambios tecnológicos y
de contenido. “Las redes sociales tienen a las mentes más brillantes del mundo
pensando continuamente en cómo hacer que permanezcamos 30 segundos más en
Facebook, así que no es sencillo para los investigadores mantenerse a la par”,
concede.
Los ejemplos históricos muestran una
tendencia a preocuparse por los efectos de las nuevas tecnologías en la mente
humana, pero, en opinión de Sanders ese no es motivo para descartar sin más los
riesgos potenciales de tecnologías tan potentes como los móviles.
“Históricamente, nos preocupamos por las novedades y, cuando aprendemos más
sobre ellas, nos adaptamos y las integramos en nuestras vidas”, afirma. “Esto
no quiere decir que no debamos preocuparnos, sino que debemos parar, respirar y
mirar a las pruebas antes de ponernos demasiado nerviosos con el tiempo de
exposición a las pantallas”, concluye.
Luisa Fassi, una investigadora de la Universidad de Cambridge que no ha participado en el estudio, también cree que la información que aportan los estudios hasta el momento sugiere que es necesario una toma de posiciones “más matizada”. “Si aún no hay evidencias, deberíamos esperar antes de hacer grandes declaraciones porque es podría generar pánico y una restricción de la tecnología con efectos negativos”, opina. “En este asunto las pruebas no son claras, así que entiendo que los responsables de las políticas públicas lo tengan difícil para decidir”. Fassi considera que los padres tienen derecho a preocuparse y que es necesario que los investigadores analicen los efectos de una tecnología tan poderosa. Sin embargo, al tratarse de unos dispositivos omnipresentes, es difícil establecer relaciones de causa-efecto. Una persona que puede tener peor salud mental o peores notas en clase por el efecto de las pantallas o puede refugiarse en las pantallas ante determinadas situaciones difíciles. El campo, con un interés social creciente, aún tiene mucho trabajo por hacer para evaluar cómo afecta el uso de qué pantallas y en qué circunstancias a la salud o el aprendizaje de niños y jóvenes.
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Como es costumbre, el mundo adulto sigue escudando su intervención no en el "perverso" producto, servicio... que llega a través de las pantallas, sino en que eso no llegue a las personas menores porque lo dicen ellos...
Si es malo puede ser igual de malo para un niño que para un adulto (ambos pueden ser "inmaduros" para usarlos); y poner como barrera una edad no deja de ser una escusa, cuando sobre la "madurez" de muchos de ellos, se puede poner en duda en todo momento.
IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA EN LA ADOLESCENCIA. RELACIONES, RIESGOS Y OPORTUNIDADES.
El objetivo fundamental de este estudio ha sido llevar a cabo un diagnóstico del uso e impacto de la tecnología en la adolescencia.
Kids Media Day Spain 2023, Jornada "Niñ@s, Jóvenes y Medios". Cátedra-Chair, RTVE-USAL
Evento orientado a los investigadores, creadores y las startups, educativas, culturales, comunicativas y tecnológicas del sector Media orientado a la creación y producción audiovisual para el público infantil y juvenil.
"¡Puto móvil!". He leído y acepto que el puto móvil dañe la salud mental de mis hijos.
Venga, ahora que ya lo has leído, dale a “aceptar” y deja a tu niño o tu niña que sigan con su móvil y su TikTok o su Instagram.